Una aproximación a la literatura marroquí contemporánea

Abdelkader Chaui (Bab Taza, Marruecos, 1950), escritor de lengua árabe y destacado crítico literario, es pionero del género de la autobiografía en Marruecos, tema que desarrolló en su tesis doctoral (1997) editada con el título: La escritura y la vida (2000). El relato autobiográfico ocupa un lugar central en su obra, sobresale la impronta de la experiencia carcelaria como preso de conciencia por largos años (1974-1989) en la cárcel de Kenitra.

Chaui ha publicado 25 libros entre novela, crítica literaria y ensayo, situándose como un actor relevante en la escena cultural de su país y como una figura clave para comprender y conocer la literatura marroquí contemporánea. Patio de Honor (1999), es la cuarta de ocho novelas publicadas, recibió el premio de creación literaria Novela de Marruecos (2000) y ha sido traducida al español con ediciones en España (Quorum Editores, 2005), Chile (Editorial Cuarto Propio, 2011) y Argentina (Alción Editora, 2013).

En lo que respecta a la estructura de Patio de Honor, divide la novela en dos partes distintas y complementarias. La primera parte –Barranda- es una metáfora del país con sus conflictos y vida social. En la segunda, ese narrador omnipresente busca refugio frente a la desolación que supuso la obtención de la libertad -una libertad deseada e imaginada- que al cristalizarse no ofrece nada a ese grupo de amigos que él contempla en una fotografía y que acaban de dejar la cárcel luego de largas condenas por motivos políticos.

El escritor, de paso por Colombia y en conversación con Selnich Vivas en la Universidad de Antioquia, presentó su novela y atendió cuestiones e inquietudes de los asistentes en relación con la influencia de España en la literatura y en la cultura marroquí; el acaecer de la izquierda en su país; y, el lenguaje de los personajes así como las nociones de libertad y de soledad que relucen en el texto.

I. Marruecos y España: un vínculo histórico-geográfico que va más más allá de las ideologías o de las circunstancias políticas…

El escritor se refirió a los vínculos y a las relaciones históricas, geográficas, políticas, económicas (primer socio comercial), culturales, sociales y de vecindad entre España y Marruecos que explican la cercanía con el idioma español en algunas regiones de su país.

Aunque se trate de una lengua minoritaria, teniendo en cuenta que las oficiales son el árabe y el amazigh y que existe un fuerte dominio del francés (hecho que debe considerarse y aplicarse también a la recepción literaria), la presencia de la lengua española continúa potenciándose. Marruecos cuenta con siete sedes del Instituto Cervantes en las grandes ciudades, hay 12 escuelas españolas y centros de estudio e investigadores hispanistas. Del lado de España también hay interés en estrechar los vínculos como lo demuestran expertos arabistas, además de una importante producción bibliográfica sobre Marruecos. En 2007, Chaui llegó a contabilizar 23 publicaciones en España en relación con su país.

Un signo de cercanía cultural tiene que ver con los artistas y escritores hispanos que se han radicado en Marruecos, figuras notables vinculadas al arte que han hecho presencia en diferentes momentos del siglo XX y durante los primeros años del XXI. El español Juan Goytisolo es el más emblemático, su obra fue traducida al árabe; también Claudio Bravo, el gran pintor hiperrealista de origen chileno que murió en Tarudant (2011). Y, como ellos, otros tantos han dejado su huella allí, al norte de África.

II. La izquierda marroquí

Atendiendo al contenido de su obra, Chaui fue consultado por el devenir de los movimientos políticos de izquierda en su país. El escritor observó que: el Partido Comunista (1935) experimentó mutaciones en el tiempo para asegurar su supervivencia. A mediados de la década del 60 con un régimen autócrata que gobernó bajo estado de excepción, emergió un movimiento clandestino de carácter marxista-leninista que reunía a tres organizaciones, esto ocurrió porque los movimientos políticos vieron ilegalizada su actividad y quedaron excluidos del juego democrático.

Los “años de plomo” fueron un periodo de “militancia efervescente” y de “represión cruda”. Chaui explicó que no militaron en el partido comunista sino que lo cuestionaron ubicándose a la extrema izquierda de esa colectividad que hacia parte del establecimiento.

Esa izquierda clandestina fue desarticulada en 1974 y sus militantes -incluido él- fueron detenidos y condenados en procesos carentes de garantías. De tal modo, en los seis años siguientes se produjo el ocaso de ese movimiento que alentaba la lucha de clases y que contó con una presencia significativa y una militancia relevante en la escena marroquí bajo consignas de democracia, derechos y justicia social.

La pretensión era derrocar la monarquía y el sistema político vigente para establecer una república democrática popular producto de la sublevación popular, como sucedió en otros países con movimientos marxistas que pretendían hacer la revolución. Sin embargo, aunque operaron en la clandestinidad y su ideología respondía al marxismo-leninismo determinante nunca recurrieron a acciones violentas. “Tampoco era un movimiento democrático para decirlo francamente”. Se entiende que la estructura organizacional estaba basada en lo que se llama el “centralismo democrático” y eso es incompatible con la democracia. “O es democrático o es centralista”, subrayó el escritor.

Tras el declive de ese movimiento y los cambios ocurridos en el país, con la transición política dirigida al establecimiento de un Estado de Derecho, la izquierda dejó de operar en la clandestinidad y abandonó las ideas de revolución para ceñirse al marco democrático, a la legitimidad y a la legalidad. En la actualidad, la situación de la izquierda es bastante fragmentada y hace parte de algunos de los 36 partidos que integran el sistema político marroquí.

III. El lenguaje de los personajes, la libertad y la soledad

Cada personaje desarrolla una idea y un lenguaje para referirse a la libertad y a la soledad, para narrar la prisión física y simbólica. Ese grupo de amigos intelectuales -presos políticos- experimentan un nivel de conciencia y de sensibilidad propias de las condiciones que los identifican culturalmente en sus hábitos, prácticas cotidianas y formas de pensamiento, pero también tiene que ver con los sentimientos y la imaginación al interior de esas celdas que impidieron no solo la libertad de movimiento. Piénsese la vida en su sentido más amplio y en relación con el envejecimiento de la persona, es una cuestión relevante sí se tiene en cuenta que muchos militantes fueron detenidos a los 22 años y cuando salieron de la cárcel casi llegaban a los 50.

La huella que deja la cárcel y la vida después de la cárcel, supone un desafío para el estado de ánimo de sus protagonistas que no se sienten precisamente libres. No es un asunto menor, se trata del futuro, de la familia, de hallar estabilidad. Incluso, después de la cárcel algunos optaron por el suicidio, otros no lograron insertarse en el mundo productivo ni en el sistema y eligieron el exilio.

Se está eternamente solo, indistintamente del entorno, de las condiciones económicas, de todo. La soledad, precisó Chaui, en relación con el intelectual encarcelado, se profundiza como un sentimiento de la existencia a perpetuidad. No tiene la apariencia de una persona que está sola, ese es simplemente un detalle. La soledad -entendida filosóficamente- atraviesa el momento en que se está acompañado, se devela casi que como una enfermedad, padecida por los intelectuales y bajo la influencia del padecimiento y el sufrimiento en un momento de la vida que generalmente ocurrió en la juventud y marcó a la persona de manera drástica y definitiva.

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