¿A qué se debe que la sociedad colombiana no tenga dientes para domesticar a sus gobernantes?
La libertad de prensa es necesaria en una democracia porque obliga a los gobernantes a domesticar sus comportamientos. Es el mecanismo con que cuentan los ciudadanos para vigilar que la clase política no abuse del poder y se autoimponga límites.
Sin embargo, la prensa es funcional a la democracia en la medida en que la vigilancia de la clase política se traduzca en sanciones morales por la sociedad. Es decir, si, luego de realizar una denuncia, la sanción social obliga al gobernante a abandonar su cargo público o al candidato declinar sus aspiraciones. El supuesto es que, sin necesidad de que la justicia actúe, el rechazo de la sociedad es un arma tan poderosa que la clase política se cuida de no traspasar los límites de lo moralmente aceptable.
En Colombia, mal que bien, hay libertad de prensa y ocurren denuncias sistemáticas de abusos de la clase política. Estas denuncias, además, abarcan todo el espectro político: desde la ‘parapolítica’ de Uribe y las andanzas de Vargas Lleras con esmeralderos hasta la corrupción del Polo en Bogotá y las arengas de dirigentes radicales a favor de las Farc.
El problema es que las denuncias de la prensa, a pesar de causar una profunda indignación social, no se traducen en la obligación de gobernantes y políticos de renunciar a sus cargos y aspiraciones de poder. Es como si la sociedad no tuviera dientes para exigir a su clase dirigente ciertos límites en sus actuaciones.
No es de extrañar, entonces, que la corrupción se reproduzca ante la vista de todos y no pase mayor cosa. Un escándalo en la prensa no es obstáculo para reciclarse en la vida pública. Por solo citar un par de casos. Samper, el del proceso 8000, adhiere a la campaña de Clara López, la secretaria de Gobierno de los Moreno. Los magistrados Jorge Pretelt y Alberto Rojas Ríos se mantienen en la Corte a pesar de haber sido acusados de sendos comportamientos delictivos.
¿A qué se debe que la sociedad colombiana no tenga dientes para domesticar a sus gobernantes? Hay muchas causas, pero una sobresale: la debilidad de la justicia. Los políticos comprendieron que pueden obviar las sanciones sociales porque a largo plazo los jueces los absolverán. Es solo cuestión de esperar que los ánimos se apacigüen y los jueces fallen.
Por algo, el reclamo de los uribistas no es tanto que sean inocentes, sino que los persiguen por delitos que comete toda la clase política.
Gustavo Duncan
El Tiempo, (Bogotá). Julio 2, 2015
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