Ser cobarde o ser valiente ante Maduro

Las cosas siempre pueden empeorar aún más y Venezuela es un típico ejemplo de ello: ahora cree estar en pie de guerra contra Estados Unidos. Esta absurda situación, creada en la delirante imaginación de un dictador desquiciado, amenaza con generarle problemas serios al flamente gobierno de Tabaré Vázquez. Para empezar, Maduro ya calificó al vicepresidente Raúl Sendic de «cobarde».

En todo caso, Sendic dijo con valentía lo que otros gobiernos saben y no se atreven siquiera a esbozar: no hay evidencia clara de que Estados Unidos esté complotando para derrocar a Nicolás Maduro. Maduro denuncia una seguidilla de golpes pero nadie ve ni las más mínimas intentonas.

Es verdad que Sendic quedó atrapado en sus dichos. A la vez que sostenía esto, también decía que apoyaba a Maduro y negaba que el régimen saliera a matar gente y estudiantes en la calle, cosa sobre la cual hay suficiente evidencia. Pero aun así, se atrevió a poner en duda el relato chavista narrado por Maduro.

Vázquez no puede aceptar como cierta la teatral puesta en escena montada por Maduro. Pero es cierto que el respaldo político del presidente, el —Frente Amplio—, cuenta con gente decidida a jugarse el todo por el todo en favor de Maduro, aunque deban contradecir al vicepresidente. Es que en el fondo desprecian las democracias y prefieren estos gobiernos decididos a reprimir a sus pueblos con tal de perpetuarse.

Maduro posa como si fuera la víctima de un ataque diseñado por Estados Unidos. Pero todo lo inventa para disimular sus fracasos (que es el fracaso de lo que se vendió como un «modelo», como el presunto socialismo del siglo XXI) y, lo que es más grave, lo inventa para acrecentar su arbitrario y absoluto poder.

Hasta ahora, Estados Unidos reaccionaba con cierto desconcierto ante las punzantes acusaciones de Maduro, dejando entrever que en realidad no tenía ningún problema con Venezuela; en todo caso era Maduro quien tenía problemas con su propia gente.

Pero el dictador tanto tiró de la cuerda, tanto provocó, acusó y basureó, que Estados Unidos terminó entrando en su juego y dándole más motivos para aumentar su ya desmedido poder. Se dejó provocar; aunque también es verdad que ante el calibre de la artillería usada, en algún momento no tuvo más remedio que reaccionar.

En lo declarativo fue duro y tremendista, aunque en los hechos esa severidad fue más retórica que real. Al final, las sanciones se limitaron a incorporar siete nuevos altos funcionarios del gobierno chavista a su lista de gente ya sancionada. Y las medidas fueron las mismas: sus bienes en Estados Unidos se congelan y se les impide entrar a dicho país. En la medida que Estados Unidos sintetiza todos los males y es el más cruel de los imperialismos, es difícil imaginar (a no ser que sean unos cínicos) que estos jerarcas chavistas tengan dinero y propiedad en Estados Unidos o quieran hacer turismo en territorio enemigo. En consecuencia, las medidas son inocuas.

El lío agita al continente y hoy jueves 12 se reúnen los cancilleres de Unasur. La OEA, que para nada sirvió en estos años y menos aún lo hará con su posible nuevo secretario general, guarda silencio. Por ahora sirve más este club íntimo de presidentes amigos y habrá presiones para que se emitan declaraciones de condena a Estados Unidos y de solidaridad con Maduro. Como si realmente hubiera una conspiración norteamericana. Como si no importara el absurdo relato inventado por Maduro para justificar su propia escalada dictatorial.

Otra vez, sumisos como siempre, los países de la región se rasgarán vestiduras y proclamarán su seudo principismo. Aunque esta vez hay una piedra en el zapato que molesta: la atrevida acusación de Maduro a Sendic y la rápida respuesta de la Cancillería uruguaya. ¿No habrá llegado la hora de pasar raya, medir bien los pasos y alinearse con Uruguay, en lugar de seguir alimentando la farsa de Maduro? ¿Que esa cumbre deje claro quiénes son los cobardes y quiénes los valientes? ¿O al final hará lo de Sendic, que sosteniendo que no hay interferencia norteamericana, igual apoya y defiende a Maduro?

Cada nueva denuncia de «golpismo» termina en un mayor endurecimiento de la situación en Venezuela. Y muchos de los pasos dados para consolidar esa dictadura han ocurrido al regreso de un viaje de Maduro a Cuba. Si las estrategias se diseñan en La Habana y si buena parte del aparato del Estado venezolano está cooptado por agentes cubanos, ¿cuál es el país extranjero que conspira?

Es verdad que la oposición ha incrementado su virulencia. Pero no existe espacio para discrepar y ya no hay canales institucionales para permitir esa expresión opositora. No es que los opositores sean golpistas, es que en medio de ese ambiente sofocante e intoxicado, necesitan hacerse escuchar.

Chávez primero y Maduro después, en ancas de elecciones presuntamente libres, fueron construyendo esta dictadura. Hace rato que dejó de ser gobierno y se transformó en régimen. Con los opositores presos, las libertades recortadas, con la policía política y las fuerzas de choque autorizadas a reprimir las manifestación a tiros, con estudiantes que son arrestados y cuyos cuerpos aparecen tiempo después tirados en las zanjas, ¿cómo puede terminar esto, si las salidas legítimas y constitucionales fueron bloqueadas por el propio régimen?

Maduro denuncia en términos hiperbólicos y agresivos a Estados Unidos por una conspiración sobre la cual Estados Unidos no está ni enterado. Hasta les obligó a reducir drásticamente el personal de su Embajada en Caracas.

Al entrar los norteamericanos en esa provocación y anunciar un estado de «emergencia nacional» ante el «riesgo extraordinario» que la situación supone para Estados Unidos, Maduro no demora un instante en reaccionar. Pide «poderes especiales para legislar contra el imperialismo». Quiere más poder todavía, como si no le bastara el que tiene. Pero ahora tiene motivos para requerirlo: «Obama decidió cumplir personalmente la tarea de derrocar a mi gobierno e intervenir a Venezuela».

Uruguay podía haber ayudado, sí. El ex presidente José Mujica podía haber llamado a su amiga, la ex embajadora Julissa Reynoso, para que hablara con Obama y le dijera que «no sea nabo» y que no entre en el juego provocador de Maduro.
Maduro insiste en que está llamado a cumplir la misión que le encomendó el «eterno comandante Chávez», misión que se le dio «para ahora y para siempre» y hasta el fin de los caminos. Con esa sola afirmación reconoce que responde a una misión que no tiene plazo, que no responde ante el soberano y que pasa por encima del control parlamentario o judicial. Él mismo está diciendo que sin haber dado un golpe de Estado y solamente horadando (ya desde los tiempos de Chávez) las instituciones democráticas, poco a poco logró consolidar su dictadura.

Estas son las cosas que el flamante gobierno uruguayo deberá considerar. Sintió en carne propia el latigazo del régimen. No puede sumarse otra vez a ese coro alineado y humillante que le rinde pleitesía al dictador y acepta como buenos todos sus versos. Y no puede dejar que los objetivos centrales de su política exterior se dejen llevar por las pretensiones inconsultas de un régimen necio y represivo. Sendic mostró que en este tema no fue un cobarde, como lo denunció Maduro. Fue valiente porque se atrevió a decir lo que muchos saben, pero prefieren callar. Ahora él, y el gobierno entero, deben ser valientes en todo el resto también.

Por Tomás Linn

AÑO 2015 Nº 1807 – MONTEVIDEO,12 AL 18 DE MARZO, SEMANARIO BÚSQUEDA.

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