Hace más de una década América Latina presenció el ascenso de gobernantes populistas de izquierda y de derecha, que al paso de los años evidenciaron importante similitud en sus estilos y formas. Discursivamente, Chávez, Kirchner, Morales, Correa y Ortega, abrazaron ideales y referentes de izquierda y promesas de profundización democrática, participación, igualdad, reconocimiento de derechos y un largo etcétera, valga decir, es agua de la que han bebido muchos durante todos estos años y pese a la contundencia de los hechos hay quienes se resisten a aceptar la realidad, vemos como al día de hoy, sostienen que se trata de gobiernos de izquierda progresista, cuando no son ni lo uno, ni lo otro.
En el caso de Álvaro Uribe que encarna la derecha populista, la promesa que lo llevó al poder fue la de la seguridad y el fin del terrorismo, la derrota de las FARC por vía militar, un discurso que caló hondo en un país agobiado por el accionar de los grupos ilegales, particularmente las FARC tras el fallido proceso de paz con Andrés Pastrana. El único que al día de hoy está fuera del poder Ejecutivo es Uribe, no por él ni por las mayorías colombianas, sino porque la Corte Constitucional le negó esa posibilidad, pero pronto lo veremos de regreso, en esta ocasión desde el Legislativo, como senador de la República. «El expresidente no pierde su fuero, pero entra en la órbita del Congreso, la Fiscalía, la Corte Suprema, la Procuraduría y el Consejo de Estado […] aunque no pierda su fuero presidencial, lo que si cambiará para Uribe es estar en la órbita de cinco tribunales. En el caso de la Comisión de Acusación e Investigación de la Cámara, esta se ocupará de todas las actuaciones como presidente. Actualmente tiene abiertos los procesos por las ‘chuzadas’ y la ‘yidispolítica’, y tiene 27 denuncias por presuntos vínculos con paramilitares».
¿Qué ha pasado en estos largos años? Las constantes que pueden encontrarse a grandes rasgos, guardando las proporciones y haciendo las salvedades necesarias, es que estos países se beneficiaron de los altos precios de las materias primas, por lo que hubo una época de bonanza que posibilitó un elevado gasto público y el reparto y asignación de subsidios, muy rentable en las urnas, así como el aumento de redes clientelares y en algunos casos mafiosas que aseguraron la movilización de las bases sociales en apoyo a los dirigentes, se produjo también la emergencia de nuevas y prósperas élites beneficiadas por el poder de turno. Adicionalmente, la oposición en estos países y bajo estos gobiernos ha sido acosada, al igual que la justicia y los medios, y todo aquel que cuestione y critique al poder y a esos líderes supremos, caudillos, mesías y salvadores. En términos políticos e institucionales, los poderes ejecutivos cooptaron los demás poderes, los presidentes cambiaron las reglas de juego para asegurar su permanencia en el poder de una u otra forma y para beneficiarse amparados en el amplio respaldo popular del que gozan. Las mayorías también se equivocan y la fragilidad institucional es evidente. En el manejo económico, hay diferencias notables, Colombia avanzó de manera ostensible y el país tiene buen desempeño económico en comparación con los demás. No hay milagro aquí, es el resultado del manejo responsable durante más de dos décadas, los resultados saltan a la vista, incluso superó a Argentina este año como la tercera economía de la región. Ecuador y Bolivia no han tenido un desempeño negativo, en cambio, Argentina y Venezuela no salen bien libradas en los años recientes.
Álvaro Uribe, por su parte, no derrotó a las FARC pero las disminuyó de manera notable. Su gobierno orientado a los resultados, combinó diferentes mecanismos legales o no para ofrecer cifras y resultados, después de 8 años al frente del poder, las FARC estaban debilitadas pero el conflicto lejos de llegar a su fin. Juan Manuel Santos, más pragmático que su antecesor optó por una salida negociada, sin abandonar la confrontación. Uribe no se lo perdona y los ataques de su parte no cesan. Uribe no pudo reelegirse por segunda vez pero el equilibrio de poderes se vio gravemente afectado y aún no se compone, es un hecho que pudo constatarse en la pasada contienda presidencial. Se espera cómo prometió el reelecto presidente Juan Manuel Santos, que la figura de la reelección sea eliminada y en cambio, el periodo presidencial se extienda a 5 o 6 años. Detractores cuestionan a Santos que vaya a eliminar el mecanismo una vez reelegido, sí acaso su intención era tan buena ¿por qué no renunció a esa posibilidad? ¿Quién que tenga la oportunidad indistintamente de su signo ideológico va a resistirse a esa posibilidad? Los demás países deberían seguir el ejemplo, no tenemos sociedades tan maduras, ni instituciones tan sólidas, ni gobiernos tan eficientes para asegurar que esa fórmula de la reelección sea exitosa y conveniente para la democracia.
Hace dos semanas se realizó en Cartagena (Colombia) un evento con destacadas figuras de la vida política internacional, evento en el que el presidente Santos relanzó la Tercera Vía, corriente política que proclama el mercado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario, filosofía seguida por Tony Blair, Bill Clinton, Felipe González, Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos. Todos ellos se dieron cita en La Heroica, allí hicieron un guiño al proceso de paz que adelanta el gobierno colombiano con las FARC, reconocieron la paz como una condición necesaria para el desarrollo del país. La Tercera Vía, hay que decir, funciona conceptualmente y busca un punto de equilibrio, no se decanta por salidas rupturistas como las que ofrecen los líderes populistas. Otra cosa será cómo se aplica en esta segunda gestión de Juan Manuel Santos. El expresidente Uribe, por supuesto y como era de esperar, salió indignado a debatir la participación de estos líderes por su respaldo al proceso de paz y a cuestionar que otrora apoyaron su política de seguridad democrática.
El expresidente debe encontrarse afectado porque el que fuera su funcionario estrella, el ministro de agricultura y digno candidato a sucederle, Andrés Felipe Arias, fue condenado por actuación indebida en su cargo y la pena puede alcanzar los 33 años de prisión, sin embargo, habrá que ver si Arias regresa al país, porque cuando se conoció la noticia, Arias, casualmente se encontraba de vacaciones en el exterior, ahora ha habido información de que estaría en Fort Lauderdale y que estaría tramitando asilo político en Estados Unidos. No sería la primera vez que un funcionario de la gestión de Uribe requerido por la justicia se quede afuera en calidad de prófugo o busque asilo para evitar responder por su conducta irregular y fuera de la legalidad.
En los otros países el clima no es mejor y los gobernantes han profundizado y radicalizado sus posturas. Venezuela y Argentina atraviesan su peor momento, político e institucional, pero también, económico. La corrupción alcanzada en esos gobiernos permite cuestionar, ¿se trata de regímenes mafiosos? Venezuela es cada vez más difícil de analizar como un régimen democrático, allí nada está en orden, nada funciona. En Argentina, el kirchnerismo da muestras de cómo se burla la institucionalidad a partir de la disciplina de partido y de sus mayorías en el parlamento, esta vez, han salvado de un juicio político al polémico vicepresidente Amado Boudou, investigado por cohecho, pero no es el único caso, sumarle la penosa situación a la que se enfrenta el país respecto a los holdouts y al fallo del juez Griesa. El gobierno considera que la justicia afuera de sus fronteras debe ser complaciente y acomodada como pretenden al interior del país, de ahí las declaraciones de algunos funcionarios. En días pasados se asistió a la remoción del fiscal Campagnoli que investigaba a Lázaro Báez por lavado de dinero, escándalo que compromete el espectacular aumento de la fortuna de los Kirchner. Báez es un empresario afecto al kirchnerismo que además se ha visto beneficiado por millonarios contratos para la realización de obras públicas, estos son los casos más sonados pero no los únicos.
En Bolivia, la oposición rema pero sin muchas posibilidades, el oficialismo hace todo lo necesario para asegurar una nueva victoria de Evo Morales en las elecciones de octubre y se ocupan de asuntos trascendentales como cambiar el sentido de las manecillas del reloj para recuperar la identidad, también promocionan el libro que recoge las aventuras del presidente de la república durante su infancia, “Las aventuras de Evito”. En Ecuador se hace lo propio, se tramita el paquete de reformas y enmiendas constitucionales para permitir la reelección indefinida de los funcionarios elegidos por voto popular, pero también otros asuntos polémicos relacionados con la comunicación e información como servicio público. A propósito de esto, en días pasados, el ministro de turismo Vinicio Alvarado, funcionario cercano al presidente Correa que volverá a su cargo anterior de secretario de la Administración Pública, consideró la comunicación e información como «un producto estratégico», pero lo sorprendente no fue esto, sino su brillante respuesta cuando la periodista le mencionó que los dictadores Franco de España y Mussolini de Italia también calificaron a la comunicación como un servicio público. El señor Alvarado respondió: “Pero también hicieron grandes carreteras, también hicieron transformaciones. ¿Por qué ese rasgo? No todo lo que hicieron personajes que en la historia hoy pueden ser juzgados mal, estuvo mal. De pronto fueron visiones muy positivas”. Modernización no es igual a modernidad, las carreteras no son suficientes.
Por Clara RIVEROS, julio 15, 2014.
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