Hay que reconocer que el dios Google sabe muchas cosas. A veces hasta parece adivinar lo que uno está pensando. Por ejemplo, cuando empezamos a teclear en el buscador los caracteres “Dhruv h”, las palabras helicopter crash se escriben solas. ¡Maravillas del ciberespacio! La pista conduce a una serie de artículos de periódicos de la India que dan cuenta de un largo historial de accidentes (al menos once desde 2002, incluidos cuatro en el Ecuador), cuestionamientos técnicos y suspensiones de vuelo que empañan el prestigio de esos helicópteros promocionados en el mercado mundial de las armas como “de bajo costo y alto rendimiento”. En uno de esos artículos se relata cómo, en 2006, la flota entera de Dhruvs de la IAF (Fuerza Aérea India, una institución con “un pobre historial de seguridad”), suspendió sus operaciones luego de que una versión civil del aparato se desplomó por fallas en el rotor de la cola. Por cierta cuestión de cronogramas (algún proyecto de la IAF que estaba retrasado), volvieron al aire e incluso fueron llevados a “ambientes inadecuados” (unsuitable environments). El resultado: dos helicópteros más se estrellaron en las montañosas fronteras con Pakistán y China. Montañosas, sí. Desde entonces, nuevos accidentes se produjeron por el mismo problema con el rotor de la cola, así que la IAF volvió a suspender temporalmente los vuelos de su flota en julio de 2014.
No parecen muy contentos los indios con sus Dhruv. Incluso han recibido reclamos de sus clientes en el extranjero, como refiere el Sunday Guardian, uno de los periódicos ya citados. La Fuerza Aérea Ecuatoriana, por ejemplo, “se ha quejado por problemas recurrentes, incluyendo un costo de mantenimiento más alto que el esperado”. En el Ecuador no sabíamos nada al respecto. Debe ser mentira. Aquí nadie nos ocultaría información, eso es impensable, y cualquier pendenciero falaz que se atreva a sugerir lo contrario es inmediatamente puesto en la picota, donde se lo insulta y se le responde de manera contundente en todos los niveles. Lo que pasa es que esos periódicos indios son, a primera vista, corruptos y mercantilistas. Bien sabemos los ecuatorianos que la prensa auténticamente responsable nunca habla mal de los Dhruv: los promociona. Cualquier cosa que no sea en esa línea sólo puede producir indignación.
El presidente de la República, por ejemplo, ya se indignó. Dos veces. El sábado en su kermés y el martes en una rueda de prensa que ofreció en Coca. El ministro del Interior, José Serrano, se indignó también. El viernes llamó a radio Democracia, donde el asambleísta Ramiro Aguilar planteaba con moderación y tranquilidad una serie de preguntas sobre los Dhruv, y se ciscó en sus muertos. No hay espacio ni para preguntar. El único que puede hacer preguntas, aunque sean retóricas, es el presidente de la República. Ante la duda de que la Fuerza Aérea compró esos helicópteros a sabiendas de que tenían desperfectos, el Presidente clamó con grandes aspavientos: “¡¿Pero quién va a saber eso?!”. Este blog se permite humildemente sugerir una respuesta: a lo mejor el general Jorge Gabela, quizás él lo sabía, por eso no quería comprarlos. Pero el general Gabela está muerto, ya no puede ser de mucha ayuda en este caso. Fue asesinado, según un informe que tardó 17 meses en salir a la luz, por un grupo de ladrones que no se robaron nada.
Hay un cadáver sobre la alfombra. En las novelas de Agatha Christie es el punto en el cual Hércules Poirot pide a los presentes: “que nadie salga de esta casa”. Por lo general, los presentes responden indignados: ¿Está sugiriendo que yo…? ¡¿Cómo se atreve?! Y Poirot: no señor, no estoy sugiriendo nada, todo el mundo sabe de su honorabilidad; pero por favor, no salga de esta casa. Y luego empieza a interrogar uno por uno a todos.
Una grabación que la viuda de Gabela entregó a la Asamblea y que Ramiro Aguilar dio a conocer esta semana revela que el general asesinado estaba siendo seguido y vigilado, ilegalmente, por orden de otro oficial perteneciente al alto mando de la Fuerza Aérea, el general Alonso Espinosa. ¿Tiene que ver este espionaje con la oposición de Gabela a la compra de los Dhruv? ¿Cuál fue el papel de Espinosa en esa negociación? ¿Quién más intervino en ella? ¿Qué dicen sus declaraciones de bienes? Nadie quiere poner en duda su honorabilidad, general, es perfectamente comprensible que se indigne. Pero por favor, no salga de esta casa.
Esta semana también, el argentino Roberto Meza, perito forense contratado para investigar el crimen de Gabela, reveló a El Comercio que los asesores de la en ese entonces ministra de Defensa, María Fernanda Espinosa, y del ministro del Interior, José Serrano, le pidieron directamente que en su investigación no toque el tema de los Dhruv. ¿Cuál es el motivo de tan inusual solicitud? A nadie se le ocurriría vincular a tan ilustres personajes con un delito, ellos están en su derecho de indignarse todo lo que quieran. Pero por favor, no salgan de esta casa.
Finalmente, el jueves, la asambleísta correísta Soledad Buendía pidió en el seno de la legislatura que una comisión, que no sea la de Fiscalización, investigue la compra de los helicópteros. Sagrada indignación hizo vibrar perceptiblemente el pechito del Niño Patria, Gabriel Rivera, presidente de la Comisión de Fiscalización, que hace ya rato archivó el caso sin haber encontrado nada digno de mención. ¿Puede explicar Gabriel Rivera en qué consisten sus investigaciones? Sus propios compañeros de bancada parecen no confiar en él, aunque Soledad Buendía lo niegue con indignación. ¿Le jalaron las orejas? ¿Qué le dijeron? Nadie niega sus buenas intenciones pero por favor, que no salgan de esta casa.
A todo esto, Javier Ponce, que ocupaba el cargo de ministro de Defensa cuando los helicópteros fueron comprados, guarda el poético silencio que lo caracteriza. Nada que reprocharle mientras no salga de esta casa.
Mientras tanto, en la India, los ingenieros de la IAF se ocupan a fondo en buscar una solución a los problemas técnicos de sus Dhruv, pues no quieren verse obligados a suspender sus vuelos nuevamente. Un asunto de primera importancia para alguien que tiene una flota con 140 de esos helicópteros. Quizá cuando encuentren una solución la anuncien alborozados al planeta, con la esperanza de limpiar la pésima fama que sus helicópteros se han echado encima. Probablemente, ese día los correístas dirán que fueron engañados y se indignarán aun más, se indignarán hasta el vómito. Si algo hemos aprendido lo ecuatorianos en estos últimos ocho años es que los correístas tienen una capacidad infinita de indignarse. Y está muy bien, siempre y cuando no salgan de esta casa.
Roberto Aguilar, Ecuador.
Estado de propaganda, febrero 6, 2015
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