Bolivia cuenta con un avanzado movimiento de mujeres, el que, como todo aquí, se engrana con el funcionamiento de las organizaciones sociales, de las que ha tomado una fuerte orientación hacia lo político. Este movimiento, además, se ha beneficiado del aporte, sobre todo teórico y discursivo, de las organizaciones no gubernamentales dedicadas a las reivindicaciones de género; también está formado, como en todas partes del mundo, por grupos –pequeños pero muy expuestos por los medios– de mujeres radicales, especializadas en cuestiones sexuales. Por supuesto, estas distintas parcialidades tienen contradicciones mutuas, las que sin embargo no ha impedido que en conjunto hayan alcanzado importantes metas.
Al actuar en una sociedad como la boliviana, politizada y al mismo tiempo conservadora en el campo moral, el movimiento de mujeres ha logrado avanzar sobre todo en el reconocimiento de sus derechos a participar en la vida política, al punto de que la Constitución de 2009, así como la Ley Electoral, se rigen por los principios de alternancia y paridad en la conformación de candidaturas a la Asamblea Legislativa, lo que significa una “cuota” de 50 por ciento para las mujeres, que debe verificarse en las listas de titulares y suplentes. Una medida ambiciosa que está vigente en pocos países del mundo.
En esa medida, la inscripción de este 14 de julio de las candidaturas para las elecciones de este año fue un hecho histórico. Sin embargo, para el movimiento del que hablamos, un hecho todavía insuficiente, ya que la participación cuantitativa en las listas de candidatos es una condición de posibilidad, pero aun no la realización de la Paridad, es decir, de la equivalencia social entre ambos géneros. Esta exige enfrentar los poderosos y ubicuos mecanismos de opresión de las mujeres por parte de los hombres, hasta lograr la liquidación del reinado transhistórico, social e ideológicamente transversal, del varón heterosexual, “jefe” de la familia y principal figura de la vida pública.
El desafío del movimiento de las mujeres en este momento consiste, por tanto, en aprovechar la paridad política como un medio para aproximar las normas, las políticas públicas y las mentalidades femeninas y masculinas del país al ideal de la Paridad con mayúsculas, esto es, en el sentido completo de la palabra.
Para ello las mujeres elaboraron una “agenda” para las elecciones que plantea saltar del 50-50 político a otras formas más avanzadas de paridad, gracias a una mayor presencia de las mujeres en los espacios de decisión públicos, y por obra de la presión social y el debate intelectual:
a) La paridad de derechos laborales y económicos: igualdad de ingresos salariales y no salariales, igualdad de oportunidades de trabajo, paridad de responsabilidades en el trabajo doméstico y reconocimiento de su valor económico.
b) La paridad en las políticas y las instituciones estatales relevantes, lo que exige un Ministerio de la Mujer y la aplicación efectiva de políticas de género.
c) La participación paritaria en las organizaciones de la sociedad civil: Las mujeres deben ocupar puestos directivos y responsabilidades de decisión en las organizaciones sociales, las asociaciones gremiales, los sindicatos, etc.
d) La paridad de derechos y el respeto en las relaciones entre hombres y mujeres, de modo que se elimine la violencia doméstica, el feminicidio, y otras formas de coerción contra la mujer.
e) La paridad en la vida sexual y en la reproducción: las mujeres deben decidir sin presiones de ningún tipo el uso de su cuerpo, sus actividades sexuales, la cantidad de hijos que tendrán y cuándo los tendrán; deben tener acceso gratuito a educación y métodos anticonceptivos, y no ser penalizadas social o jurídicamente si deciden abortar.
Hasta donde sé, esta agenda fue propuesta a los partidos políticos que terciarán en los comicios de octubre, con el propósito de comprometerlos y lograr que la apliquen desde el poder. Aquí veremos su influencia en los programas del MAS y de Unidad Demócrata, el partido oficialista, y la principal alianza de la oposición, respectivamente. Revisé también el programa del MSM, pero, por alguna razón que desconozco, éste no incluye esta temática.
El MAS recuerda la participación de las mujeres en la Asamblea Legislativa y en el Órgano Ejecutivo durante su Gobierno, así como la aprobación de las leyes contra la violencia doméstica y el asesinato de mujeres. Plantea que el gran desafío del nuevo periodo será la incorporación equitativa de las mujeres a las oportunidades económicas y los beneficios del desarrollo. Y punto.
Por otra parte, este es el método expositivo del MAS en todo su programa: mencionar los logros de la gestión del presidente Evo Morales y, en seguida, proponer un objetivo o un par de objetivos concretos y al mismo tiempo prudentes, para evitarse problemas en el caso probable de que el programa deba ser llevado a cabo.
Mucho más completa, en cambio, es la incorporación de la agenda de las mujeres en el programa de Unidad Demócrata, que incluye todos los puntos mencionados más arriba, excepto la despenalización del aborto. El nombre de este título en el programa mencionado es, justamente, “Agenda de las mujeres” y arranca con una crítica al machismo de Morales y sus colaboradores, y a la poca eficacia de las normas aprobadas hace no mucho para parar la violencia contra la mujer.
Por supuesto, que un partido haya consignado la agenda de las mujeres (con la excepción ya anotada del aborto legal, ya previsible por sus fuertes implicaciones electorales), y que otro no lo haya hecho, es solo una indicación preliminar sobre su interés en la emancipación de este estamento. En esta etapa el silencio no necesariamente significa oposición, ya que más adelante podría ser roto con declaraciones u otras manifestaciones programáticas de respaldo a la agenda de las mujeres. Es más, el movimiento de las mujeres debería provocar estas expresiones con la organización de foros, en los que el MSM podrá enmendar su error, y Unidad Demócrata y el MAS, detallar como concretarán sus ofertas.
Fernando Molina
La Paz, domingo, 20 de julio de 2014
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