Evo Morales despidió un año brillante con el juego de fuegos de artificio que se representó en su honor en el cielo de Xichang, en el sureste de China. Allí se encuentra el centro de lanzamiento de satélites que puso en órbita el primer artefacto espacial con bandera boliviana, un satélite de telecomunicaciones civiles llamado “Tupak Katari”. El simbolismo directo de un cohete con el nombre de un héroe indígena y de los viajes espaciales hizo las delicias de la propaganda oficial, que no temió indigestarse con ninguna cantidad de cursilería: Grandes carteles desplegados en La Paz pedían al público que “agradezca” porque el país ya tiene “su propia estrella”.
Aunque la utilidad de poseer un satélite propio es discutible, lo cierto es que el Gobierno boliviano ha alcanzado el cénit. La compra del Tupak Katari es sólo una de las muchas grandes obras de ingeniería que está acometiendo con las ganancias del gas natural, que este año además le han permitido jactarse de haber administrado un crecimiento de 6,5% al PIB. Nadie duda de que la inauguración en secuencia de esta amplia lista de proyectos (teleféricos, plantas químicas, fábricas) marcará el camino (la ascensión) que recorrerá el candidato Morales desde la plataforma de lanzamientos china hasta su tercera reelección en octubre de 2014. Un recorrido acribillado por los flashes durante el que Evo buscará mostrar que los bolivianos no sólo ya no son pobres, sino que en realidad están nadando en dinero gracias a la previsión, la laboriosidad y el buen sentido de sus líderes.
Dado el enorme poder evocativo que poseen las realizaciones materiales en los países pobres, esto es algo que la oposición boliviana difícilmente podrá compensar.
Que no se sienta ni el mínimo escrúpulo ni la menor vergüenza (y casi no haya crítica) porque el Presidente emplee los logros públicos como suyos propios (privados, casi), o porque inserte las políticas estatales en su estrategia electoral, es un buen indicador –muy elocuente para el observador extranjero– del tipo de régimen político que prima en el país. Si habría que sintetizar éste en tres elementos, estos serían: mucho dinero en caja, ninguna institución de control del poder que aun permanezca en pie y un líder empeñado en conservar y agrandar su dominio que tienen la capacidad de renovar sus fuerzas tomándolas directamente de la dinámica económica y lo que ésta puede lograr en el ánimo impresionable de la población.
Todo parece tan luminoso y animado y falso como las baratijas chinas que en estos días se compran por miles en las ferias navideñas de las ciudades de todo el país. El vicepresidente Álvaro García Linera comparó el lanzamiento del satélite con un viaje a la luna, en la que, sin embargo, no es la más histriónica ni la más involuntariamente sarcástica de sus frases elogiosas, ya que poco antes había asegurado que Evo era “Cristo resucitado”.
Lo más grave es que ya ni siquiera se oyen protestas. La oposición intenta recordar los problemas que tiene el país, pero no es un buen momento para eso: nadie quiere detenerse en pensamientos tristes, ahora. Creciendo al 6,5%, recibiendo doble salario navideño, y con una fábula de desarrollo “estelar” del país en el que ocupar su imaginación, los bolivianos sólo quieren una cosa: disfrutar su mejor fin de año en mucho tiempo (quizá incluso el mejor de toda su historia).
FERNANDO MOLINA
Publicado en Infolatam, La Paz, 29 diciembre 2013
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