
Claves
- España ha asumido, por fin, la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental y reconoce la viabilidad de la propuesta de autonomía marroquí para solucionar ese contencioso territorial. Con esta posición, España corrige una anomalía, aunque la decisión unilateral del jefe de gobierno admite cuestionamientos de forma.
- El ministerio de Exteriores de España borró el límite que fuera trazado por las potencias coloniales para dividir o separar a Marruecos del Sahara Occidental, según se aprecia en el mapa que ahora exhibe Exteriores.
- España y Marruecos han restablecido su relación bilateral. La semana pasada el jefe de gobierno español viajó a Rabat y se reunió con el rey Mohammed VI. Los dos países asumieron compromisos.
- La falta de transparencia le ha pasado factura a Sánchez. En la opinión pública española reina la desconfianza hacia el gobierno de Pedro Sánchez por su falta de transparencia y también hay desconfianza hacia Marruecos habida cuenta de sus actuaciones durante el que fue un último año turbulento.
- Persisten los interrogantes y las dudas respecto a Ceuta y Melilla. Habrá que ver si España busca blindarse de algún modo y si considera integrar a Ceuta y Melilla en el Espacio Schengen y la Unión Aduanera.
En los días previos al encuentro entre Pedro Sánchez y el monarca marroquí, el jefe de gobierno español sostuvo que su gobierno y las autoridades de Marruecos lanzaron una hoja de ruta que “consolida la nueva etapa entre dos países vecinos, socios estratégicos, basada en la transparencia, el respeto mutuo y el cumplimiento de los acuerdos”. Pero, ¿Cuáles son esos acuerdos? La pregunta que muchos se hacen en España, sin haber recibido todavía una respuesta satisfactoria o convincente, es si el respeto mutuo incluye la integridad territorial de los dos países o solo aplica para Marruecos y su Sahara.
No extraña que la posición del exjefe de gobierno José María Aznar sea compartida ampliamente por la prensa, la opinión pública y los partidos políticos en España. Incluso Podemos, que gobierna con el PSOE, se desmarcó de la decisión tomada por Sánchez. Esa formación es muy afín al separatismo saharaui. La prensa y todos los partidos políticos le pasaron la cuenta de cobro a Pedro Sánchez, rechazaron y criticaron con dureza la decisión del gobierno español de reconocer la propuesta de autonomía marroquí como la base más seria, realista y creíble para la resolución del contencioso territorial del Sahara Occidental.
¿Marruecos va a desistir de sus reclamaciones sobre Ceuta y Melilla?
En el mejor de los casos, Marruecos aparcará o congelará el tema Ceuta y Melilla hasta la próxima pelea con España. Un analista marroquí explicó por qué Marruecos, cuyas constantes vitales son Dios, patria y rey, no puede renunciar a Ceuta y Melilla: «Este credo es sacrosanto en la política exterior de Marruecos: ayer, con Mohammed V, luego con Hassan II y hoy con Mohammed VI. Este es el territorio nacional, pero también una tierra del Islam, consustancial a las especificaciones de Amir Al Mouminine, Comandante de los Fieles (el rey). Pero también es sustrato histórico y cultural de la nación marroquí, como Oumma, pero también como comunidad orgánica que asume su destino».
Lo expuesto por el politólogo marroquí sólo significa que, en ese Estado confesional norteafricano, donde cohabitan la tradición árabe islámica y la modernización infraestructural, que no modernidad puesto que no se ha producido la separación entre política y religión, no hay un sistema de pesos y de contrapesos efectivo, con instituciones independientes y con libertades plenas, sino que las libertades están restringidas y los poderes del Estado, las instituciones, sus agentes y funcionarios, así como los ciudadanos y la prensa, están supeditados al organismo que busca preservar y mantener a toda costa sus constantes vitales. Si bien su diplomacia es sofisticada y muy eficaz, el régimen en sí puede ser brutal y actuar como las autocracias cuando así lo precisan sus intereses, por ejemplo, a la hora de generar una crisis migratoria para presionar a España, no tiene reparo en ponerse al nivel de Cuba o de Bielorrusia que, como se sabe, no se miden a la hora de hostigar a los vecinos con los flujos migratorios. En últimas, lo que diferencia a una autocracia de una democracia son los medios para conseguir fines. En ese orden de ideas, Marruecos es un régimen híbrido.
Si el sistema político marroquí fuese un sistema moderno, donde la religión ya es una cuestión privada e individual y no un asunto de Estado, el entendimiento podría darse en otros términos respecto a diferentes asuntos incluido el tema Ceuta, Melilla o Canarias, y superar así ese razonamiento primitivo sobre la tierra del Islam, para percibir las potencialidades que ostentan esos territorios como puentes que conectan continentes y civilizaciones. Tampoco se podría afirmar, con base en los hechos, que España sea un Estado laico en estricto sentido o el país más moderno de Europa. La secularización tardía de España, el peso de la tradición y la cristiandad hispánicas no sólo se sienten, todavía se reivindican. Por las dudas, solo habría que preguntarle a la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, qué opina a este respecto o conversar con ciudadanos españoles que, como los marroquíes, han agitado más de una vez el Dios, patria y rey en años recientes.
Muchos ciudadanos marroquíes, sean académicos, políticos o diplomáticos, durante años han dicho que España obstruye una solución al tema del Sahara porque teme injustificadamente que, una vez resuelto ese dossier, Marruecos vaya de lleno por Ceuta y Melilla. Atendiendo a la explicación del analista marroquí que representa cabalmente el razonamiento y el sentir marroquí, habrá que conceder que si ese es efectivamente el temor de España no es una preocupación del todo infundada. ¿Cómo se construye la confianza y cómo se reconstruye una relación cuando las reservas mutuas tienen fundamento y los temores son difíciles de disipar? Marruecos no puede permitir o conceder que Argelia y el Polisario corten sus raíces africanas y precisa de socios occidentales confiables que apoyen y respalden su integridad territorial. Dicho esto, España, Europa y Occidente también demandan un Marruecos confiable.
Jorge Dezcallar, exdiplomático y exdirector del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), es enfático al señalar que Marruecos «no va a renunciar nunca» a sus aspiraciones sobre Ceuta y Melilla, aunque en ocasiones manifieste esa reivindicación «de forma expresa» y en otras le convenga dejarla «dormir sobre la mesa». El gobierno español ha dicho que se respetará tanto la integridad territorial de España como la de Marruecos, pero todavía nadie vio el compromiso escrito y la mención expresa de Marruecos sobre Ceuta y Melilla.
La semana pasada, tras la reunión que sostuvieron el jefe de gobierno español y el jefe de Estado marroquí, en Rabat, se conoció el comunicado con los compromisos puntuales entre los dos países. El punto que interesa a este respecto y que puede leerse e interpretarse en esa dirección es el que atañe a las «medidas unilaterales» y a los «hechos consumados».
Como analizó el periodista Enric Juliana: «Marruecos se comprometió por escrito a no recurrir a “medidas unilaterales” y a los “hechos consumados” ante cualquier litigio entre ambos gobiernos. En pocas palabras, España acepta explícitamente que el Sahara Occidental sea territorio marroquí –con un estatuto de autonomía visado por la ONU-, y Marruecos se compromete a no repetir barrabasadas como la del año pasado en Ceuta, es decir, no intentar desestabilizar España con los movimientos migratorios. Este es el núcleo del acuerdo a partir del cual se desplegará la normalización de relaciones diplomáticas. En el comunicado conjunto no hay ninguna referencia explícita a Ceuta y Melilla, ni ninguna mención al concepto «soberanía territorial»».
Algunas voces cuestionan que España se haya plegado a Estados Unidos en el tema del Sahara y, en ese sentido, cabe preguntar: ¿Sería más razonable que España se pliegue al socialismo del siglo XXI y opte por emular a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua o a los gobiernos populistas de Pedro Castillo en Perú o al del movimiento de Evo Morales en Bolivia? Posiblemente esa era la carta de Podemos.
Entre tanto, el representante de Rusia en Argelia apoyó al Frente Polisario tras conocer el cambio de postura del gobierno español. El diplomático habló de “la responsabilidad histórica de España con el pueblo saharaui”. Si se admite una respuesta en sus términos: antes que con el pueblo saharaui, la responsabilidad o deuda histórica de España es con Marruecos y con el pueblo marroquí que incluye a una parte considerable de saharauis, posiblemente a la mayoría. De no haber sido por los palos en la rueda que puso España para la retrocesión de los territorios a Marruecos, tras el final del periodo de protectorado, el asunto del Sahara se habría saldado antes de que surgiera la guerrilla separatista Frente Polisario. Cualquier ciudadano puede corroborarlo en las actas y en las discusiones que se llevaron a cabo en las Naciones Unidas, a inicios de los años sesenta, cuando no existía el Polisario y la representación marroquí exigía a España, siempre por la vía diplomática, la retrocesión de sus territorios del sur.
Adenda: Arturo Pérez-Reverte tuiteó hace unos días afirmando que “Marruecos tiene una de las diplomacias más pacientes y eficaces del mundo árabe”. Si nos remitimos a los hechos no le falta razón. Tampoco le falta razón al notar, como hizo en su última columna, la importancia de Marruecos y de Argelia en la contención de una amenaza a las puertas de Europa: el islamismo radical que se extiende sobre el Sahel. El escritor también abordó un tema esencial que muchos desconocen -más allá de las críticas fundadas al autoritarismo del régimen marroquí, la falta de libertades y de Estado de derecho-, la monarquía marroquí es una pieza fundamental para la estabilidad interna del país y para la contención del islamismo radical y la proliferación de extremistas y de sus consecuentes e indeseables efectos de derrame sobre Europa. No son cuestiones menores para quienes tienen sentido de la realidad.
España y la autonomía marroquí para el Sahara: un problema de forma, no de fondo - MálagaReporter
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