Los discursos del 8 de mayo dejan un sabor de poético, pero como toda poesía atañe a temas profundos sobre los cuales conviene reflexionar.
El presidente de la Asamblea Legislativa inició su discurso indicando: “… la democracia costarricense no debe ser simplemente mejorada o perfeccionada, debe ser superada”.
Si lo interpretamos dialécticamente, superación significa negación de la etapa anterior y acceso a una etapa superior. Sin embargo, el presidente legislativo no precisó lo que debe ser negado y tampoco esbozó las características de lo nuevo, salvo por algunas referencias difusas a la democracia participativa.
Por el contrario, el presidente de la República fue claro al señalar: “… una renovada adhesión de nuestro pueblo a la democracia y al compromiso de remozarla y profundizarla”.
Es claro, del discurso del presidente Solís, se entiende que la democracia permanece y se debe ampliar, pero en ningún momento habló de superarla en una nueva síntesis. El nuevo mandatario habló de la transparencia, la fiscalización y rendición de cuentas como rutas concretas de remozamiento y profundización.
Tras las metáforas, giros literarios y emociones se ocultaban temas de filosofía política, cruciales para el futuro nacional.
La democracia representativa ha entrado en un periodo de transformación, gracias a un despertar político global de la ciudadanía que no se resigna al único papel de pueblo elector, sino que quiere ser vigilante y juez del accionar de sus representantes en los periodos interelectorales. La formidable transformación de los medios de comunicación ayuda a este proceso.
En este contexto, es peligroso dejar de lado la idea de la representación y abrir las puertas a su reemplazo por la democracia plebiscitaria, por el recurso a la multitud.
La democracia representativa y la democracia participativa no son antagónicas, sino complementarias, ambas están en el camino del pueblo costarricense.
POR CONSTANTINO URCUYO
El Financiero, Costa Rica, 17 MAY 2014
Deja una respuesta