Argelia para los argelinos

Por Mostafa Ammadi

Mostafa Ammadi es catedrático en la Universidad Abdelmalek Essaadi de Marruecos
Si alguien ha sabido referir la historia de la crisis argelina contemporánea ha sido un escritor nacido en el Sáhara y con experiencia como militar, Mohammed Moulessehoul (Yasmina Khadra): la corrupción, el terrorismo, la falta de libertad, la fractura social, el paro, el islamismo, la ausencia de oportunidades, la represión. A lo largo de sus obras el escritor argelino recoge el testigo de Albert Camus y se instala en un terreno minado, con el objetivo de referir la realidad de un país que sufre un bucle de ruina política que hoy en día afecta a todas las estructuras del estado.

La independencia en 1962 de un país con extraordinarios recursos energéticos (hidrocarburos líquidos y gaseosos), cuyas empresas de prospección, extracción y comercialización fueron nacionalizadas por Boumedienne, no redundó nunca en la mejora de las condiciones de vida de la población. El resultado de décadas sin gobierno real -de un poder monopolizado por una colección de militares, con demostrada incapacidad para resolver los problemas del país- ha dado el fruto podrido y gangrenado de profundos conflictos sociales. Es por ello que se puede afirmar que en la última década se ha fraguado una desgastada situación administrativa y política que amenaza la frágil paz social que se vive en Argelia, siendo una de sus muchas expresiones la crisis política y la frontera cerrada con su país vecino, Marruecos.

A pesar de definirse como una república constitucional, la Argelia actual sigue dominada por el ejército -de ahí que sea considerada más bien república militar- y  este poder subrepticio de los militares ha generado un fuerte inmovilismo y una sensación de amenaza constante bien percibida por la población. Tanto los ciudadanos argelinos que viven en Argelia, como los que residen en el extranjero, son conscientes del fraude de una falsa gobernanza de un estado incautado por los militares. Los intelectuales argelinos, profesores universitarios, escritores, todos denuncian el debilitamiento de un pueblo que sufre la mano dura y la propaganda oficial que satura los medios de información y anestesia a los más desprotegidos. “Alger n’a pas de leçon” afirmaba Albert Camus.

Las reformas que en en su día introdujera Ben Jedid  y que contribuyeron a transformar en los años 80 la cara internacional de Argelia al lanzarla a la economía de mercado, hoy se traducen en la masificación de la pobreza y la inversión en obras públicas y proyectos militares catastróficos de millones de dinares y divisas. Un ejemplo patente, el gasto militar sin control y la Autovía este-oeste -la mayor infraestructura proyectada jamás en Argelia- ha sido una preocupación internacional por los retrasos, corrupción y derroche del enorme capital invertido en la corrupción (unos once mil millones de dólares). La Autovía del Magreb desde la frontera tunecina a la frontera marroquí es una metáfora de seis carriles que no llevan a ninguna parte, un impasse, un punto muerto de más de 1200 kilómetros de deshonestidad, cohecho, y soborno.

 

Manifestantes en Argelia (febrero, 2011) © LOUAFI LARBI / REUTERS

 

La juventud argelina tiene un reto difícil ya que, aunque comparta con la tunecina demandas análogas, las perspectivas de cambio son inexistentes y es fuerte la tentación de dejarse arrastrar por el desencanto y la inhibición. La alta tasa de desempleo, la falta de acceso a las infraestructuras básicas (educación, vivienda, sanidad) y, en una palabra, la ausencia total de mecanismos sociales igualitarios, están haciendo que la situación social actual sea explosiva. A ello hay que añadir el miedo después de la llamada “década negra” en los noventa -que hundió el país y marcó una huella indeleble en la población argelina- y la línea de continuidad en la financiación del yihadismo por los altos mandos militares más reacios a la democracia.

Han transcurrido más de 25 años de los acuerdos internacionales para constituir la Unión del Magreb Árabe, un proyecto económico, comercial y cultural que se ha convertido en un sueño fracasado. La fuerza que imprime el gobierno de Argelia por imponer sus propios intereses en la región, así como el apoyo de los militares argelinos al Frente Polisario, constituyen la peor de las burlas a la comunidad internacional (ACNUR ya ha denunciado repetidamente el tráfico y corrupción de la ayuda a los refugiados). No obstante, tanto la sociedad argelina como la marroquí, los ciudadanos de a pie, saben que la constitución de ese Gran Magreb puede ser una aspiración de futuro y que, como en otros países de la región, el cambio en Argelia ya está en marcha: en la era de Internet y las redes sociales no se puede seguir conteniendo la voluntad y aspiraciones populares, y menos en un país donde es potente el asociacionismo y la capacidad de movilización social. “Le pays est aux portes de la guerre civile et le peuple ne le sait pas”, esperemos que tenga algo de razón Yasmina Khadra.

*Mostafa Ammadi es catedrático de Lingüística General en la Escuela Superior Rey Fahd de Traducción Universidad Abdelmalek Essaadi (Marruecos).

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