Algunas de las miradas y perspectivas útiles, pertinentes y complementarias para la comprensión del componente religioso de los populismos, de las revoluciones y de los totalitarismos son las que presentan el chileno Mauricio Rojas y el italiano Loris Zanatta. Rojas documenta —con amplia bibliografía, más de 300 notas y cronología— la esencia totalitaria del marxismo-leninismo y ofrece un análisis exhaustivo en el que escudriña cuidadosamente el pensamiento de Lenin[1]. Zanatta, por su parte, teoriza el fenómeno populista, analiza qué es el populismo, da cuenta de su aparición, de su ambición por establecer una comunidad orgánica, de su necesidad de un enemigo interno. El populismo, en oposición a la democracia liberal, es en sí mismo una ideología de propensión totalitaria cuyas manifestaciones contienen elementos de raíz religiosa[2].
El académico de la Universidad de Bolonia, especializado en América Latina, investigó en estas décadas los populismos que han marcado la historia del mundo latino. Conceptualmente El populismo es un libro que excede el marco espacio temporal propuesto por su autor. Loris Zanatta ofrece herramientas analíticas y conceptuales para observar los populismos y a los populistas de diferentes realidades geográficas y va más allá de lo que plantean a menudo periodistas, analistas y académicos sobre el populismo, es en ello, justamente, donde radica la riqueza de su análisis. El populismo no es un libro más sobre populistas, el historiador no se limita a clasificarlos según su orientación ideológica (más a la izquierda o más a la derecha), sino que permite inferir o establecer que los populistas guardan similitudes, aunque a simple vista tuvieran orientaciones o posiciones antagónicas y a menudo marquen diferencias de tipo ideológico, se acercan en su mirada del mundo.
La historia religiosa del mundo latino brinda elementos claves para entender la fuerza recurrente del populismo. Lo anterior no significa que populismo sea sinónimo de teocracia y que se subordine la ley de los hombres a la ley de Dios. El populismo —como producto de la modernidad y expresión secular de un imaginario político y social— precisa, para legitimarse, de la soberanía popular y está obligado a separarse de la esfera religiosa y a tratar de dominarla para acreditarse como su vehículo en la arena política: «el populismo es el vector mediante el cual el imaginario religioso tradicional se seculariza y trasplanta en el terreno moderno de la comunidad política. En este sentido, es una suerte de religión secular, o de «religión política», con su «verbo» y su «profeta», sus cultos y sus liturgias: pero todo esto no en nombre de Dios, sino del pueblo», sostiene Zanatta.
El mundo latino permite rastrear toda una serie de vasos comunicantes entre religión y política donde «un imaginario religioso antiguo no cesa de alimentar la política moderna en variadas formas, mostrando una extraordinaria resistencia y versatilidad». ¿El resultado? Un entrelazamiento permanente entre «fe e ideología, devoción religiosa y militancia política, mito de la resurrección y mito de la revolución, expiación espiritual y violencia ideológica; un amasijo a menudo inconsciente, implícito y por eso más denso y sólido, aunque con diferencias enormes, como es obvio y presumible entre la orilla europea y la orilla americana […] incluso de país a país o dentro del mismo país». Aunque el nexo entre religión y política, entre historia religiosa y cultura política, es fundamental, no es la única pista para explicar la vitalidad y la naturaleza de los fenómenos populistas, explica el historiador italiano.
¿Por qué no subestimar los populismos y a los populistas? Por su pulsión autoritaria y su vocación totalitaria —características intrínsecas de los populismos— que, si no encuentran freno, si no tienen una contención efectiva, desembocan en el totalitarismo. La Unión Soviética o Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y Cuba son algunas de esas manifestaciones de populismos realizados, de revoluciones triunfantes y de sistemas totalitarios. Lenin, Vladímir Ilich Uliánov (1870-1924), un aristócrata y noble hereditario, llegó a ser el jefe de la primera revolución totalitaria de la historia moderna. Fidel Castro (1926-2016), un burgués de pensamiento jesuita, supo instaurar su paraíso totalitario y se convirtió en el gran populista latinoamericano del siglo XX. El dictador caribeño permaneció casi 60 años en el poder. Léanse El populismo (2015) y Lenin y el totalitarismo (2017).
[1] Rojas, M. (2017). Lenin y el totalitarismo. Debate: Santiago de Chile, Chile. 218 páginas.
[2] Zanatta, L. (2015). El populismo. Katz Editores: Madrid, España. Traducción de Federico Villegas. 286 páginas.
*Clara Riveros es politóloga, consultora, analista política en temas relacionados con América Latina y Marruecos y directora en CPLATAM -Análisis Político en América Latina- ©
Mayo, 2020
CPLATAM Religión, populismos y totalitarismos *Clara Riveros – InfoMarruecos
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