Por Clara Riveros
Sanaa El Aji (1977) es socióloga, periodista y escritora marroquí. En octubre de 2016 sustentó su tesis doctoral en sociología (Sciences Po Aix). El resultado de la investigación que le tomó seis años acaba de ser publicada: «Sexualidad y celibato en Marruecos: prácticas y verbalización». El lanzamiento del libro ha suscitado el interés de un público diverso como pudo corroborarse en una de sus presentaciones recientes en un café cultural de Casablanca (Jardin du Ritz). El encuentro fue convocado por jóvenes que participaron y debatieron activamente con la escritora.
La investigación de El Aji se aproxima a las formas de pensar, vivir y verbalizar la sexualidad en ese marco normativo restrictivo que presenta el país musulmán. La socióloga analiza las representaciones discursivas y las prácticas sociales así como el impacto e incidencia de las transformaciones tecnológicas que han posibilitado nuevas prácticas en ese contexto restringido para la sexualidad. El estudio de Sanaa El Aji busca comprender y abordar una realidad: la sexualidad premarital existe en Marruecos aunque se enfrente a una triple ilegitimidad —religiosa, legal y social— precisando que, la prohibición está dirigida exclusivamente a las mujeres. Esta asimetría está fijada, establecida, aceptada y asumida públicamente. La mujer no es considerada en su dimensión de ciudadana, de individuo libre. Hay que añadir, sin embargo, que la mujer también se ha encargado de perpetuar ese patrón de dominación, al interiorizar y conceder que el varón está en su derecho de experimentar y vivir la sexualidad —que a ella le es negada— como vía para reafirmar su masculinidad y virilidad y también para evitar futuras relaciones extramaritales una vez que contrae matrimonio.
Nótese que el sexo premarital es todavía un tema tabú para buena parte de la sociedad marroquí y, por supuesto, para las autoridades que se muestran reticentes a permitir el acceso a una educación sexual que forme ciudadanos libres e iguales para una sexualidad plena, responsable y satisfactoria. Se niega el acceso a la educación sexual para evitar el sexo prematuro ignorando que, justamente, la formación temprana puede retrasar la iniciación en la actividad sexual y, además, permitirá mayores elementos a la hora de tomar decisiones en relación con el inicio de la vida sexual y de los métodos de planificación, protección y prevención a utilizar.
El discurso público y la censura social no se corresponden a menudo con las prácticas sociales. El clima prohibitivo y coercitivo ha estimulado el ocultamiento y la hipocresía social así como la búsqueda recurrente de paliativos sexuales y de soluciones extremas. Desde encuentros sexuales programados que se superponen a la espontaneidad afectiva y al deseo hasta el uso y consumo clandestino de pornografía y prostitución en el caso de los varones o, a la compra de virginidades artificiales en el caso de las mujeres.

La dignidad y femineidad se reduce a un himen intacto. El cuerpo femenino ha sido apropiado por la sociedad y la mujer está obligada a cumplir con los requerimientos sociales, esto es, a demostrar su castidad, su pureza, su dignidad y su valor como mujer al preservar su virginidad o, en caso contrario, someterse a la sanción, exposición y escarnio social. Todo esto ha propiciado la emergencia de un mercado dedicado a la compra y venta de virginidades artificiales. La mujer puede recuperar su honor por unas horas, días o semanas según la tarifa que pueda y/o que esté dispuesta a pagar.
Se infiere la contradicción constante y latente. Hay una doble dimensión en la que participan la ciencia, el mercado y las nuevas tecnologías: permiten burlar y transgredir las normas religiosas y la censura social siempre que las prácticas se mantengan ocultas y clandestinas a la vez que posibilitan la pervivencia de ese sistema de valores que niega las libertades individuales. Lo anterior lleva a sugerir que a las exigencias de apertura política —a los sectores más conservadores y retardatarios del país— se debe sumar el cambio social —la transformación cultural de la sociedad— que promueva la emergencia de una sociedad de ciudadanos libres e iguales también para asumir y ejercer su sexualidad.
CPLATAM -Análisis Político en América Latina- Diciembre, 2017
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