La crisis libia y el Acuerdo de Skhirat

Tras el derrocamiento de Muamar el Gadafi en 2011, Libia se sumió en una guerra civil y, según agencias de la ONU, 2.4 millones de sus habitantes requieren ayuda humanitaria. En diciembre de 2015, en Skhirat, localidad próxima a Rabat, capital del Reino de Marruecos, se firmó un acuerdo de paz entre los dos parlamentos libios enfrentados. El pacto estableció la creación de un gobierno de unidad nacional con un presidente, dos vicepresidentes y seis miembros más. El plan de paz o Acuerdo de Skhirat estuvo auspiciado por las Naciones Unidas. El representante especial de la ONU para Libia, Martin Kobler, afirmó en esa ocasión que: «A partir de hoy, el acuerdo establece un conjunto único de instituciones legítimas, lo que constituye un paso esencial para la construcción de una Libia pacífica, segura y próspera». El representante afirmó que a la firma del acuerdo acudió una amplia representación de la sociedad libia, a saber: miembros de los dos parlamentos activos en el país, representantes de diversos partidos políticos, de la sociedad civil y de diversas municipalidades. Después del Acuerdo de Skhirat han tenido lugar siete reuniones internacionales. La séptima reunión fue la conferencia de Berlín que tuvo lugar en enero (2020). El canciller marroquí Nasser Bourita señaló, en días previos a esta última conferencia, que esa sería la «séptima reunión internacional desde Skhirat». El ministro expresó su deseo de que esta reunión no tuviera un idéntico desenlace a las anteriores, sino que estuviera seguida de acciones responsables.

Berlín. El pasado enero Angela Merkel, la canciller alemana, reunió en Berlín a las partes implicadas en el conflicto libio. La conferencia fue auspiciada por la ONU y se enmarcó en un clima de «moderado optimismo» en aras de impulsar el proceso de paz. Acudieron los dos grandes protagonistas, el jefe del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Libia reconocido por la ONU, Fayez al Serraj, y el mariscal del Ejército Nacional Libio (LNA), Jalifa Haftar, conocido como el hombre fuerte del país que había abandonado la ronda de negociación en Moscú, reunión promovida por Rusia y Turquía, sin firmar el documento para un alto el fuego duradero. En la víspera del encuentro en Berlín no estaba previsto que ambos líderes libios se sentaran a la misma mesa. A la cita de Berlín asistieron Emmanuel Macron, mandatario francés, Vladimir Putin, presidente ruso y Recep Tayyip Erdogan, presidente turco. «Consideramos a la cumbre de Berlín como una etapa importante para consolidar el alto el fuego y avanzar una solución política», manifestó el presidente turco antes de salir de Estambul. Erdogan agregó que: «Las esperanzas nacidas con el alto el fuego y la cumbre de Berlín no deben ser sacrificadas a las ambiciones de los partidarios de la sangre y el caos». También estuvieron presentes en el encuentro de Berlín el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, y el secretario general de la ONU, António Guterres. En representación de la Unión Europea acudieron Josep Borrell, alto representante para Política Exterior, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Desde Alemania. Deutsche Welle reseñó «El temor a que Libia se convierta en una segunda Siria», citando a una fuente anónima en Washington, un alto funcionario del Departamento de Estado. El embajador de Túnez en Alemania, Ahmed Chafra, expresó su «gran sorpresa» a Deutsche Welle porque su país no fue convocado inicialmente a la conferencia. Finalmente, recibió invitación a pocas horas del encuentro, pero al no tener participación en las conversaciones preparatorias, Túnez declinó participar. «Eso es incomprensible, después de todo, Túnez se ve particularmente afectada por los acontecimientos en el país vecino de Libia», expresó Chafra a Deutsche Welle. Rabat reaccionó de forma similar a Túnez y cuestionó la «exclusión injustificada» de Marruecos, por parte de los organizadores de la conferencia de Berlín.

Aunque el representante especial de la ONU para Libia, Ghassan Salameh, llamó a las tropas extranjeras a abandonar Libia, es de señalar que, antes de que comenzara la conferencia, el primer ministro libio, al-Sarradsch, pidió una fuerza de intervención internacional para su país. «Si Haftar no detiene su ofensiva, la comunidad internacional debe tomar medidas, incluso con una fuerza internacional para proteger a la población civil libia», expresó Sarradsch al medio alemán Welt am Sonntag. Y añadió que dicha fuerza de protección debería operar bajo control de las Naciones Unidas. Borrell también había propuesto una fuerza de protección de la Unión Europea para Libia. Deutsche Welle documentó que son muchas y muy complejas las alianzas, políticas y militares, tejidas en torno a Al Serraj y Hafter. El mariscal sumaba el respaldo de Putin, Arabia Saudí, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, mientras que París y Washington lo apoyan políticamente. De todas formas, el GNA sigue siendo el gobierno reconocido por la ONU, que recibe apoyo militar de Turquía —lo que vulnera el embargo de armas decretado— y político de Italia y Catar, reseñó el medio alemán.

Libia. «Los logros de la conferencia de Berlín colapsan en Libia», tituló Atalayar a los pocos días de haberse celebrado la conferencia. El medio español registró las violaciones del alto el fuego y del embargo de armas. Documentó que Turquía seguía presionando y la Unión Europea se percibía desdibujada en el manejo de la crisis libia. Y es que el portavoz del Ejército de Liberación Nacional libio (LNA), Ahmed Mismari, reanudó los enfrentamientos y los confirmó señalando que «Se están librando batallas en todas las líneas del frente». Tan solo habían transcurrido nueve días de la conferencia de Berlín. Lo anterior evidenció que una cosa es lo que pueden acordar las potencias internacionales en el exterior y otra es la que tiene lugar en el terreno. Mientras las potencias internacionales acordaron la implementación de un alto el fuego y el respeto al embargo de armas establecido por la ONU en el año 2011, el enfrentamiento continuó en Libia, violando el alto el fuego, con sus consecuencias devastadoras en cifras y en vidas perdidas. Incluso en esos días un ciudadano marroquí murió en Trípoli tras un ataque. «La frágil tregua [de Berlín] está ahora amenazada por la transferencia continua de combatientes extranjeros, armas, municiones y sistemas avanzados a los bandos por parte de los Estados miembros, incluidos varios que participaron en la conferencia de Berlín», según advirtió la Misión de Naciones Unidas de Apoyo en Libia (UNSMIL). Alemania pidió al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, órgano facultado para ello, que aprobase una resolución que permita sancionar a cualquier país que rompa el embargo de armas a Libia con la intención de hacer cumplir lo que se acordó en Berlín.

Sobre las injerencias externas en Libia, véase: Notas breves sobre la crisis libia y las disputas de poder regional

Una mirada desde España. En lo que atañe a las intervenciones extranjeras, según reconstruyó Atalayar, el LNA ha tenido el respaldo de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Egipto, Rusia, Arabia Saudí, Jordania y Francia, así como el de mercenarios rusos, sudaneses y chadianos. El LNA también ha tenido incidencia en los cierres de los principales campos petrolíferos del país cuya producción había caído en enero desde 1,2 millones de barriles por día a los 260.000 barriles diarios y se auguraba el desplome hasta los 70.000 barriles por día con la consecuente pérdida de 440 millones de dólares. Una situación adversa para ese país en el que el 93% de los ingresos estatales provienen del petróleo y a lo que ha de sumarse la caída de los precios del petróleo. Atalayar citaba una fuente autorizada en Libia que cuestionaba la disposición de ciertos países, al parecer en alusión a Rusia, a firmar compromisos, pero enseguida continuaban suministrando armas a los combatientes de guerra e intoxicando las redes sociales con sus noticias falsas y sus campañas de desinformación, «socavando las mismas soluciones que han apoyado oficialmente». Entre tanto, Erdogan, seguía presionando debido a sus intereses y pedía la detención de Haftar, luego mantuvo una conversación con Donald Trump y ambos coincidieron en que debía eliminarse la interferencia extranjera, así como mantener el alto el fuego. «Ankara ha adquirido un papel determinante en el conflicto libio en los últimos tiempos, sobre todo, a raíz del envío tanto de mercenarios como de tropas de su Ejército para combatir al LNA», documentó Atalayar. El medio español cuestionó la crisis de «inacción» por parte de la Unión Europea, subrayando la cercanía geográfica con Libia: «a tan solo 600 kilómetros de su territorio, en concreto, de Italia».

Una sugerencia desde Italia. Para el medio italiano Il Giornale, Marruecos podría promover un nuevo impulso al Acuerdo de Skhirat organizando un nuevo encuentro —«Skhirat II»— que impulse el diálogo entre los actores libios, así lo registró el diario en febrero. Este periódico estimó que un «Skhirat II» podría allanar el camino tanto para la unificación de las fuerzas armadas en Libia, como para la formación de un nuevo gobierno con capacidad de federar a todos los partidos libios. Il Giornale apuntó que el Acuerdo de Skhirat alcanzado por los actores libios en 2015 sigue siendo el «único acuerdo legalmente aceptable» en ese país norteafricano, no así el documento resultante de la conferencia de Berlín. En ese sentido, Marruecos, en consonancia con su liderazgo magrebí, estaría llamado a impulsar nuevamente el expediente de Libia.

Y mientras tanto en África…

Llamamientos a retomar la vía de Skhirat

Rabat. A mediados de enero el canciller Nasser Bourita cuestionó la interferencia extranjera en Libia y afirmó que esta tendrá un impacto negativo en los esfuerzos por restaurar la estabilidad en ese país. «Marruecos, que ya ha expresado su posición con respecto a la crisis libia, considera que la interferencia extranjera, incluidos los militares, complica la situación de Libia y tiene un impacto negativo en los esfuerzos internacionales destinados a resolver esta crisis», manifestó Bourita al observar que la interferencia mina «todos los esfuerzos para restaurar la estabilidad en Libia». Para Marruecos «la solución en Libia no puede ser militar», sino que debe ser y «solo puede ser política y provenir de los propios libios». La resolución de la crisis libia «no puede venir del exterior ni servir a agendas externas». El canciller manifestó que esa crisis no es «un fondo de negocios», tampoco debe utilizarse como excusa para la organización de conferencias y fotografías porque no es un espectáculo diplomático, sino que requiere un tratamiento «sobrio y responsable, lejos de todas estas maniobras y esta explotación del sufrimiento del pueblo libio».

El ministro marroquí anunció haber acordado con el jefe de la diplomacia griega, con quien se encontraba reunido antes de estas declaraciones, coordinar en el futuro las posiciones de Grecia y Marruecos sobre la crisis libia, indicando que las dos partes acordaron trabajar juntas en favor de una solución política basada en el Acuerdo de Skhirat. Rabat señaló la falta de sentido diplomático y geoestratégico de los organizadores del evento en Berlín. En los días siguientes el presidente del Alto Consejo de Estado de Libia, Khaled Meshri, y el enviado del Presidente del Parlamento libio, Abdelhadi Lahouij, saludaron los esfuerzos realizados por Marruecos para la resolución de la crisis libia y pidieron a Marruecos continuar desempeñando un rol, así como patrocinar los enfoques desde el Magreb, el Mediterráneo y África para la búsqueda de una solución a la crisis. Lahouij señaló que Marruecos está en condiciones, junto con otros países, de desempeñar un papel en la búsqueda de una solución duradera para la crisis libia. De igual manera, los representantes de las instituciones en el este de Libia agradecieron a Rabat su compromiso e insistieron en que es el Acuerdo firmado en Skhirat el marco creíble para la resolución de la crisis libia.

En la octava reunión del Comité de Alto Nivel de la Unión Africana sobre Libia, Marruecos reclamó una solución a la crisis libia «por y para los propios libios». A diferencia de otros países Marruecos no tiene agenda en Libia, resaltó el ministro de Exteriores del país magrebí

Brazzaville. A finales de enero el canciller de Marruecos denunció, en República del Congo, durante la octava reunión del Comité de Alto Nivel de la Unión Africana sobre Libia, «el intervencionismo cínico» de ciertos actores en los asuntos internos de Libia. El ministro observó que el Acuerdo de Skhirat todavía constituye «una referencia lo suficientemente flexible como para comprender las nuevas realidades». En ese sentido, la posición de Marruecos, pudo resumirse en cuatro puntos expresados con vehemencia por el canciller: 1. No hay lugar para soluciones externas a las realidades y a las complejidades del contexto libio. Libia no es un lugar para experimentos, tampoco es el terreno para la lucha de intereses externos. 2. La crisis libia debe superar la perspectiva de una solución militar, es decir, la solución debe ser política para lo cual es preciso retornar al diálogo político inclusivo, estructurado y sin tabúes. 3. Deben apoyarse los esfuerzos de las Naciones Unidas, así como la acción del representante especial y jefe de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia, Ghassan Salamé. Y África debe contribuir a esos esfuerzos, no marginarse del proceso y de un conflicto que tiene lugar en su área geográfica. 4. El Acuerdo de Skhirat constituye una referencia lo suficientemente flexible como para comprender las nuevas realidades. El Acuerdo de Skhirat se propone superar las hostilidades abiertas, las rivalidades obsoletas y unificar las fuerzas militares libias. El apego de Marruecos al acuerdo de 2015, se debe a que es el fruto de largas discusiones entre libios, no el resultado de conversaciones diplomáticas: «Sin complejos y sin reservas, Marruecos se une a la dinámica actual y reafirma su disposición a apoyar a las partes libias en el camino del diálogo y la reconciliación nacional». Bourita fue concluyente al aseverar que Marruecos «no tiene una agenda en el conflicto de Libia», sino que lamenta que este continúe y, por ello, afianza, su desinteresada determinación de apoyar el avance hacia una solución. «Hoy más que nunca, los hermanos libios tienen, frente a la historia, la responsabilidad de confrontar sus visiones y su voluntad de reconstruir Libia, en lugar de enfrentar su poder de fuego y su capacidad de hacerse daño unos a otros. África puede ayudar a recuperar esta serenidad obstaculizada por la superposición de agendas ajenas al pueblo libio y su interés supremo», precisó el canciller.

Por su parte, el presidente de la República del Congo, Denis Sassou Nguesso, deploró la marginación de Marruecos de la conferencia de Berlín y argumentó que «la solución de la crisis libia no puede ser sostenible sin la participación de todos los países interesados, en particular todos los países vecinos de Libia, miembros del Comité de Alto Nivel» de la Unión Africana sobre Libia. Sassou Nguesso recordó que fue en Skhirat donde las Naciones Unidas «han establecido las instituciones libias actualmente reconocidas por la comunidad internacional».

La 33ª cumbre de la UA convocó a un arreglo político y pacífico de la crisis libia de conformidad con el Acuerdo de Skhirat de 2015

Adís Abeba. En los primeros días de febrero tuvo lugar en Etiopía la 33ª cumbre de la Unión Africana (UA). En ese escenario Marruecos reiteró la necesidad de un arreglo político y pacífico de la crisis libia de conformidad con el Acuerdo de Skhirat de 2015. En una decisión adoptada al final de la cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno africanos se pidió fortalecer los esfuerzos, incluido el alto el fuego permanente, para encontrar una solución política y pacífica al conflicto libio y de conformidad con las disposiciones del Acuerdo firmado por las partes libias, en 2015, en Skhirat. La cumbre de la UA también pidió al Consejo de Seguridad que asuma plenamente sus responsabilidades para garantizar que el embargo de armas en vigor «se aplique efectivamente» en Libia, en aras de propiciar las condiciones para un alto el fuego permanente de conformidad con las disposiciones del acuerdo de 2015. El canciller Bourita fue enfático en Adís Abeba al reiterar que la crisis libia solo puede resolverse por los propios libios. «La solución a esta crisis solo puede ser política», dijo Bourita al advertir que las intervenciones extranjeras complican y dificultan una solución. «Marruecos saca su credibilidad del hecho de que no tiene agenda en Libia. Libia, para Marruecos, es un factor de estabilidad en la región del norte de África y el Magreb», zanjó el ministro. Para Marruecos una solución externa no tendrá posibilidades de éxito en Libia. El ministro ha sido insistente en que las Naciones Unidas son el marco para la búsqueda de una solución y que las organizaciones regionales, incluida la UA, deben apoyar ese proceso. África sigue preocupada por los eventos que tienen lugar en Libia y por ello debe apoyar la acción de las Naciones Unidas en soporte a los libios para que ellos resuelvan los problemas de su país: «Skhirat no fue una conferencia internacional para encontrar una solución a la crisis libia, sino un marco para el diálogo entre libios», manifestó Bourita.

Tanto en Brazzaville, como en Adís Abeba, el canciller marroquí Nasser Bourita insistió en que el fuerte y constante apego de Marruecos al Acuerdo de Skhirat se explica por el hecho de que fue el resultado de largas discusiones entre los propios libios y, en cambio, no fue el producto de conversaciones diplomáticas. Por lo anterior, el diálogo de Skhirat fue el único foro que no se consideró como una conferencia internacional sobre Libia, a diferencia de todas las otras reuniones organizadas posteriormente, precisó el canciller marroquí al reiterar la negativa marroquí de convertir a Libia en «un laboratorio o una empresa diplomática». Para Marruecos los libios están en capacidad de llegar a una solución. Esa es la motivación de Rabat para respaldar que la solución para Libia provenga de los libios y, por lo mismo, se opone a los «dudosos buenos oficios» de actores interesados. Para el canciller marroquí el experimento de Berlín tendría que ver más con un «intervencionismo cínico» y extemporáneo.

Rabat. El presidente del Alto Consejo de Estado de Libia, Khaled Meshri, reiteró en Rabat, en marzo, aquello que sostuvo en febrero. El Acuerdo de Skhirat constituye «la referencia política» para todas las instituciones libias en el camino a establecer los mecanismos necesarios para que los libios puedan llegar a una solución. Meshri afirmó que Libia no necesita «otra iniciativa política» y que los «esfuerzos internacionales o incluso individuales por parte de ciertos países no ayudan en la dirección de la resolución de la crisis libia», al contrario, la complica más.

El pasado junio se celebró una reunión de emergencia del Consejo de la Liga Árabe a nivel de ministros de Relaciones Exteriores donde se reafirmó el pleno apoyo de la Liga Árabe al Acuerdo de Skhirat. Y, en julio, el canciller marroquí transmitió al Consejo de Seguridad de la ONU diferentes mensajes lamentando las acciones e intervenciones extranjeras que han tenido lugar en el tiempo reciente y que no sirven a los intereses de Libia, es decir, que no ayudan a los libios en la superación de la crisis ni para aunar esfuerzos y encaminar a los protagonistas hacia el interés común de todos los libios. Marruecos expresó su preocupación debido al deterioro de la situación libia a nivel político, de seguridad, económico y humanitario. «La solución debe ser política, no militar», insistió Bourita. El canciller marroquí reiteró que la solución debe provenir de los propios libios y debe garantizar la unidad, la soberanía y la integridad territorial de Libia. El Acuerdo de Skhirat, manifestó el ministro de Exteriores marroquí, «no es perfecto», pero no hay una alternativa válida sobre la mesa. «Sus disposiciones deben ser ajustadas y actualizadas por los hermanos libios», subrayó.

El ministro Bourita añadió que la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL) sigue siendo un instrumento importante que debe fortalecerse y reestructurarse. Bourita documentó que, en un año, 2,356 personas murieron en Libia, incluidos 400 civiles. La crisis política ha generado una severa crisis humanitaria y el número de desplazados internos y refugiados continúa aumentando. «Libia tiene más de 400,000 desplazados internos y casi 50,000 refugiados y solicitantes de asilo», puntualizó el ministro desde Rabat. Además, a nivel económico, la disminución en el crecimiento del PIB se calcula en 58.7% en 2020 y el aumento en la tasa de inflación se calcula que será de 22%. Todo ello agravado por una inseguridad alarmante debido a la presencia de grupos armados no controlados, milicias y terroristas. «Libia no es solo un vecino de Marruecos. Es un país hermano con el que compartimos una historia, vínculos, intereses y un destino común», agregó Bourita. «Para nosotros, Libia no es solo una cuestión diplomática. Nuestra estabilidad y seguridad dependen de la situación en Libia», concluyó el ministro.

La crisis libia tiene amplias repercusiones en los países del Mediterráneo, es un tema que ocupa y preocupa también a Italia. En ese sentido, el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional de Italia, Luigi Di Maio, se comunicó con Rabat el 1° de agosto para expresar el aprecio de Roma a la contribución y al papel desempeñado por Marruecos en favor de la resolución de la crisis libia.

Agosto, 2020

Clara Riveros (América Latina)

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