Por Mohamed Bendriss Alami, experto marroquí, especialista en África y Oriente Medio
China: actor global
China no fue, durante tres cuartas partes del siglo XX, lo que es hoy. La República Popular China (RPC), miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es uno de los actores claves en la escena internacional del siglo XXI. Sus avances políticos, institucionales, militares, económicos y de modernización van a velocidades disímiles. El sistema político e institucional se mantiene como un régimen de partido único y un Estado definido como socialista, pero con la novedad de haber incorporado la economía de mercado[1]. Xi Jinping, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China, es en la actualidad el máximo líder del partido y del país. La apertura económica ha sido un factor esencial para la transformación china y ello ha redundado en su posicionamiento internacional. China es una potencia con presencia mundial y ostensible poder (político, económico, militar) que compite directamente con los Estados Unidos por el liderazgo global[2].
Síntesis de una rápida modernización. China experimentó una impresionante, intensa y rápida modernización en las décadas recientes y también logró una importante disminución de la pobreza, para ello ha estimulado el consumo y el emprendimiento, según reportes oficiales. Ningún país logró reducir la pobreza como lo hizo China en las últimas cuatro décadas. “Son más de 800 millones: una cifra enorme y una hazaña extraordinaria. De hecho, ningún otro país ha logrado tal nivel de reducción en tan corto período”. Sin embargo, China todavía debe de avanzar en el bienestar de unos 45 millones de personas y especialmente en mejorar las condiciones de miseria que millones de chinos padecen tanto en zonas rurales como en zonas urbanas. «Durante los primeros siete años de la «reforma y apertura» oficial de China, que comenzó en 1978, se estima que alrededor de 110 millones de personas salieron de la pobreza al año. Durante los siguientes 15 años (de 1985 a 2000) el ritmo de avance se desaceleró considerablemente, con alrededor de 26 millones de personas por encima de la línea cada año. De 2000 a 2015, la cifra se situó en poco más de 22 millones al año. El objetivo del Gobierno ahora es sacar a diez millones de personas anualmente», explicó Hannah Ryder[3].»China sigue experimentando una rápida urbanización, fenómeno que ha contribuido de manera importante a la reducción de la pobreza en el pasado, pero que también pone a un creciente número de habitantes urbanos en riesgo de indigencia», añadió Ryder, expresidenta de políticas y colaboración del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas en China[4]. A finales de 2019, medios chinos informaron que unos 10 millones de personas salieron de la pobreza ese año y que unos 340 distritos habían dejado la categoría de distritos pobres.
Antes el desafío de la regulación demográfica, ahora la baja natalidad como preocupación del futuro próximo. Uno de los aspectos llamativos es la dimensión demográfica de China. Hay que recordar que, desde enero de 1979, Pekín impuso la regla del hijo único. Este fue un compromiso nacional que cada pareja tenía que confirmar mediante un documento firmado, pero ya desde los años sesenta había medidas para controlar o reducir la tasa de natalidad[5]. La medida del hijo único fue aplicada de forma estricta sobre la mayor parte de la población y quienes la incumplían podían ser multados, despedidos de sus empleos u obligados a someterse a un aborto o a la esterilización. No obstante, la tasa de fecundidad ya había caído una década antes de ordenar la medida[6]. China, con más de 1.390 millones de habitantes (2017), es el país más poblado del mundo. Pekín puso fin a su política de un solo hijo en 2015 e incluso ahora espera que las parejas tengan un segundo hijo para así a ralentizar el ritmo de envejecimiento de la sociedad, reportó BBC en 2018. “Luego de pasar décadas intentando reducir el crecimiento de la población, la propaganda estatal ahora exhorta a las parejas a «tener hijos, por el país», lo que ha generado críticas en redes sociales donde se acusa a esta política oficial de ser intrusiva e insensible”. El Estado buscaría estimular la natalidad porque viene descendiendo desde 2018 y, en los próximos 10 años, el número de mujeres chinas de entre 23 y 30 años de edad se reducirá en 40%, lo cual constituye una caída dramática en este grupo en edad fértil. Para el final de esta década soló habrá unos ocho millones de nacimientos anuales y ello explica que este sea un tema que preocupa a las autoridades. Hace dos años, en agosto de 2018, el periódico oficial del Partido Comunista de China dedicaba una página entera a este tema e incluyó un artículo de opinión titulado “Tener hijos es un asunto familiar, pero también un asunto nacional”, según informó el medio británico.
Otro elemento llamativo ha sido el control de la movilidad geográfica de la población china desde 1955. El control y la regulación se han ejercido a diferentes niveles, desde el nacimiento, hasta su reubicación en el territorio nacional a través de mecanismos de movilidad horizontal y vertical según las necesidades del país[7]. Tampoco hay que perder de vista los 11 millones de emigrantes chinos que hacen parte de ese tercio de todos los migrantes internacionales procedentes de sólo diez países[8].
Génesis de la presencia china en África. Después de las independencias de los países africanos, en los años 60, los chinos empezaron a interesarse en los países africanos, siguiendo las vías formales, estableciendo relaciones de cooperación entre gobiernos y parlamentos, también en lo económico, haciendo negocios en diferentes países del continente, así fueron ocupando los vacíos dejados por las potencias coloniales que, en muchos casos, debieron salir de manera precipitada.
Entre los años 60 y 80 del siglo XX algunos regímenes africanos adoptaron la ideología socialista-maoísta, es decir, regímenes duros y totalitarios que dominaron la escena política durante dos décadas, a veces más o menos tiempo. A esta fase le siguió el liberalismo económico chino, introducido por las reformas de Deng Xiaoping (1978). La presencia China en África coincidió con la de los socios y camaradas cubanos, norcoreanos, rusos, libios, entre otros. La influencia socialista adoptó diferentes formas, pero siempre supo brindar apoyo a los regímenes socialistas que consideraba “hermanos” en la lucha ideológica que impuso la Guerra Fría y que, desde luego, encontró tierra fértil en el continente africano, tanto así que esa tendencia política todavía persiste en algunos países. La mayoría de los emergentes Estados africanos como sistemas políticos independientes, todavía sufrían las consecuencias del colonialismo occidental acusado, entre otras cosas, de usurpar la riqueza de estos territorios. Las economías africanas se han visto en cierto modo hipotecadas en el periodo posterior a la independencia, tanto en beneficio de sus otrora colonizadores (Francia, Inglaterra, Bélgica y en menor medida Italia, Portugal y España), como de los clanes que se hicieron con el poder en el periodo poscolonial. Ello explica muchos beneficios para las potencias colonizadoras a cambio de la invaluable protección que las democracias occidentales les han brindado, durante décadas, a algunos dictadores africanos que supieron instalar regímenes autocráticos condenando a sus pueblos a la miseria, mientras que se dedicaron a saquear el país para enriquecer a sus familias y entornos.
En los acuerdos de independencia hubo grandes ventajas para las potencias coloniales, así como ciertos privilegios en las concesiones petrolíferas, de explotación forestal, minera, también en la agricultura, la pesca, la ganadería, el comercio exterior y el transporte. No hubo bases para que floreciera la democracia, al momento de la independencia, y muchos países tampoco contaban con una infraestructura suficiente que les permitiera la evolución social y el desarrollo económico en un tiempo razonable. Todo ello se ha visto agravado por la cleptocracia y el nepotismo de los revolucionarios y variados líderes políticos africanos. En muchos casos los nuevos gobernantes carecieron de sentido de Estado y terminaron capturando el sistema político y económico, apropiándose de la riqueza del país y sometiendo a la población a condiciones indignas durante décadas, mientras se agitaba la nueva ideología que redimiría a las sociedades de sus sufrimientos pasados. La redención no llegó y, en cambio, se instalaron férreas dictaduras y todavía algunas persisten. ¿El resultado? Miseria y emigración. Una realidad dolorosa y contrastante frente a los ingentes recursos que han recibido varios países africanos en el periodo poscolonial y, especialmente, en las dos últimas décadas por la exportación de materias primas y la explotación de sus recursos naturales.
Para evitar que los nuevos países, Estados independientes, cayeran en la descomposición total, por falta de experiencia y de peritaje para gestionar las instituciones, se implementó el mecanismo de la asistencia técnica. Una manera de hacer funcionar los países desde la soberanía y el gobierno independiente, pero con grandes prerrogativas e influencias externas que permitiesen salvaguardar los intereses de los países colonizadores. Esta dependencia técnica ganó tiempo e importancia en los países que no disponían de una burocracia profesional y cualificada, pero no solo a nivel de funcionarios de Estado, también en profesiones y áreas diversas del sector privado: ingenieros, médicos, administradores, juristas, economistas, financieros, técnicos, etc. Durante muchos años, profesionales extranjeros (europeos) dirigieron sectores importantes de los países africanos, reforzando la dependencia económica y política de los africanos hacia Occidente. En cierto modo, los africanos han mantenido una forma de “soberanía amputada”.
China adoptó dos estrategias en África. En primera instancia, la intervención masiva en países de ideología socialista. Fue una manera de valorar la importancia, el impacto y la solidaridad de la cooperación china sobre la vida de las poblaciones africanas. Algunos países lo ilustran de manera fehaciente, a saber: la Guinea Ecuatorial del sanguinario Macías, el Benín de Kérékou, la Angola de Agustino Neto, la Tanzania de J. Nyerere, la Etiopía de Hely Mariem y el Sudán de Omar el-Basheer. Las afinidades ideológicas se fueron decantando hacia el accionar más pragmático en las relaciones chino-africanas, a través de un modelo de cooperación en la realización de proyectos de infraestructura: carreteras, puertos, edificios públicos de carácter sociocultural, así como en el transporte, los medios de comunicación, la energía eléctrica, la explotación del petróleo, los recursos hidráulicos, etc. Tanzania ha sido un claro ejemplo de la cooperación chino-africana. Lo anterior convirtió el país en teatro de enfrentamiento económico chino-americano y se extendió hacia África del este[9]. China, pionera de la cooperación sur-sur, parece abrochar la historia de la mundialización de África, abriendo mercados en favor de otros operadores como Turquía, Egipto, India y los países del Golfo Árabe que ya tienen historia en la región este de África.

Hago un paréntesis aquí para señalar brevemente que Marruecos extendió su cooperación africana fuera de los países francófonos (África occidental y central), con mayor énfasis desde 2016, luego de firmar numerosos acuerdos y protocolos de cooperación con países de África del este (anglófona), Tanzania y Etiopía, entre otros. Esta apertura hacia los países de África del este tuvo como objetivo principal allanar su regreso o reintegración a la Unión Africana (UA). Recuérdese que Marruecos fue uno de los países fundadores de la Organización para la Unidad Africana (OUA) en 1963, pero la dejó en 1984. El retorno de Marruecos a su familia institucional africana también ha evidenciado las potencialidades del Reino de Marruecos para cooperar con países donde China tiene una presencia y operación consolidada en sectores como la agricultura, la infraestructura, las minas, los bancos, el turismo, el transporte o la energía, etc. De hecho, Marruecos y China tienen acuerdos para cooperar al desarrollo del continente africano, considerando las ventajas comparativas que ofrece el país magrebí como puerta de entrada al continente africano[10].

La segunda estrategia de China, para afianzar su presencia en África en países con una fuerte presencia y/o control de las antiguas potencias coloniales, ha tenido un impacto más marginal por vincularse a sectores menos relevantes y que escapan de los intereses económicos directos de las potencias europeas. Por ejemplo, los chinos han construido estadios y complejos deportivos, palacios de congresos, hospitales, estaciones de radio y televisión, gestión de medios de transporte y también han ofrecido becas para cursar estudios en China. En paralelo a esta presencia china, los comerciantes chinos se instalaron en diversos países africanos, en sectores de restauración y venta de productos chinos a precios convenientes para los africanos, dispositivos tecnológicos y electrónicos, productos farmacéuticos, materiales para construcción, etc. Con la deslocalización de la industria europea en China, la adaptación de los productos chinos a las necesidades africanas ha redundado en la rápida acogida de los ciudadanos africanos, a pesar de los problemas que suponen los productos de manufactura china en términos de calidad.
Las particularidades de la oferta china. La penetración china en el continente africano se vio facilitada por varios factores. El primero fue el bajo coste de los proyectos. Las empresas chinas, generalmente estáticas, utilizan como mano de obra a militares, jóvenes reclutados en el marco del servicio militar nacional chino. Los jóvenes reciben un bajo salario pero se alojan en campamentos con dormitorios, alimentación, servicios médicos, actividades de entretenimiento y acceso al transporte, etc. Con esta fórmula los chinos reducen los costos de operación en los países donde realizan sus obras, además trasladan desde China todos los suministros necesarios (cemento, hierro, asfalto, maquinaria, ferretería, equipos eléctricos, etc.). China financia proyectos en países africanos mediante el concepto de intercambio o trueque (swapping) de productos del país africano receptor que paga con recursos (madera, pesca, café, minerales, petróleo, etc.). El sistema de intercambio evita las transacciones bancarias que todavía en muchos países africanos inspiran desconfianza. Añádase que la financiación china generalmente tiene una tasa de interés baja. En suma: las operaciones entre China y los países africanos manejan pocas divisas. Y en el caso de las transacciones monetarias estas son generalmente controladas por países industrializados como Estados Unidos (USD) y Francia (euros y el franco CFA).
Diversificación y expansión de los intereses chinos en África. En las tres últimas décadas, los chinos empezaron a interesarse en la compra de terrenos, fomentando grandes explotaciones agrícolas para cubrir las necesidades locales y también para la exportación. Asimismo, iniciaron algunas industrias de transformación, proyectos energéticos, ferrocarriles, mantenimiento de puertos, extracción en campos petrolíferos, parques industriales, etc. Todo ello impulsó la presencia ascendente de mano de obra capacitada proveniente de China —hoy es una necesidad imperiosa en los países africanos que se benefician de proyectos chinos—. Con este proceso de extensión sectorial, la presencia china se ha hecho cada vez más importante y requerida, convirtiéndose en un vector de propagación de nuevas dinámicas económicas y comerciales en los países africanos. Es de recordar que también los países occidentales siguieron el mismo proceso de expansión económica china, atraídos por el bajo coste de la mano de obra china, en el marco de la deslocalización de su industria. Durante la crisis sanitaria de la covid-19, los países industrializados se han visto limitados por el cierre de fronteras que ha impedido el acceso inmediato de productos requeridos incluso para hacer frente a la epidemia habida cuenta de las restricciones impuestas para enfrentar la crisis sanitaria.
China y la cooperación pragmática en África. China sabe manejar a las dictaduras africanas, no interviene en asuntos de política interna de los países, tampoco en asuntos de política exterior y la cuestión de los derechos humanos no es un motivo de preocupación o una prioridad, algo que resulta apenas lógico considerando las características del sistema político chino y las críticas que recibe desde Occidente en materia de derechos y de libertades. China suministra apoyo y respaldo diplomático a los gobiernos de los países donde tiene intereses —no se olvide que China es un actor clave en la escena internacional como mimbro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas—. Lo anterior evidencia que China no se hace lío por cuestiones ideológicas y no establece relaciones siguiendo la afinidad por el signo de los gobiernos. Para China la política funciona siguiendo un esquema de negocios, sabe adaptarse y acomodarse a las circunstancias y contextos, incluidos los de las dictaduras africanas. Este asunto marca una diferencia clara y concreta frente a las antiguas potencias que utilizan muy a menudo el discurso de los derechos humanos e instrumentalizan los derechos humanos en los cuestionamientos a los dirigentes africanos. Es decir, los derechos humanos pueden convertirse en un instrumento, un arma efectiva que desafía a los regímenes dictatoriales cuando estos se atreven a amenazar los intereses de las potencias occidentales.
China ha organizado, cada tres años desde 2000, foros sobre cooperación chino-africana (FCSA), esta es una plataforma notable para el diálogo y funge como mecanismo eficaz de cooperación entre China y los países africanos. De hecho, es referida como un buen ejemplo de la cooperación sur-sur, aunque actualmente China tenga el nivel de un país del norte, económicamente y en términos de crecimiento[11]. El desarrollo social y las libertades políticas e individuales, como se mencionó al inicio, están mucho más rezagadas y, por lo mismo, son objeto de fuertes críticas. Las contradicciones entre desarrollo y libertades afectan a diferentes países industriales, de ahí el debate vigente sobre la eventual necesidad de una redefinición del concepto norte-sur.
El continente africano frente a los desafíos morales y políticos. África se transformó en una plataforma donde los países occidentales, incluidos los Estados Unidos, pero también China, buscan ocupar cada vez más espacio para favorecer el futuro de sus economías[12]. Cada potencia utiliza sus estrategias para alcanzar sus fines. En ese sentido, la lógica de Pekín se diferencia de la posición asumida por Washington. China ofrece a África asistencia sin condiciones políticas, solo exige el cumplimiento de las reglas comerciales internacionales. Del lado occidental, ya sea a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) o del Banco Mundial (BM), los préstamos están condicionados por un paquete de obligaciones que buscan incidir en el manejo político, así como en el modelo económico y social del país receptor. Las condiciones impuestas propenden a las políticas de privatización, la reducción del gasto público y de las plantillas de funcionarios del Estado, asimismo, marcar lineamientos en materia de derechos humanos en las reformas legislativas y fiscales, en la lucha contra la corrupción, en la gobernanza o en las políticas y leyes tendentes a la igualdad de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres. China se beneficia, en cierto modo, de las condiciones impuestas por las instituciones de financiamiento internacionales, a la vez que guarda silencio en diferentes asuntos (corrupción, mala gobernabilidad, violaciones de derechos humanos) sabiendo que sus omisiones les generan beneficios y rentabilidad económica. Lo anterior hizo que después de 2009 China se convirtiera en el primer socio comercial del continente africano superando a Estados Unidos.
En la séptima Cumbre China-África, celebrada en Pekín el 3 de septiembre de 2018, con el lema “Las nuevas rutas de la seda”, China comprometió un fondo de unos 60 billones de dólares. De esta cifra un cuarto (unos 15 billones de dólares) sería destinado a préstamos sin interés y un tercio, unos diez 10 billones de dólares, financiaría fondos para la realización de proyectos que propendan al desarrollo, asimismo, unos cinco billones serían destinados a potenciar las exportaciones africanas. También China decidió anular una parte de las deudas de los países africanos menos desarrollados, pero sin precisar ni la lista de esos países ni los montos a reducir[13]. En 2017 China había acordado préstamos en el continente africano por valor de unos 125 millones de dólares[14].
China militariza su cooperación para proteger sus intereses. China ya tiene un pie bien puesto en África. La posición de Pekín se extenderá todavía más con la apertura de “Las nuevas rutas de la seda”. Pekín afianzará y fortalecerá su presencia, influencia y capacidad militar en el continente africano a la vez que asegura y protege sus intereses económicos y humanos (una considerable presencia de nacionales que residen en África y que se estima en un millón de personas). China es actualmente un socio económico ineludible para África y esa posición se está reforzando mucho más con una creciente presencia militar, cada vez más visible y diversificada. Por ejemplo, en agosto de 2017, Pekín inauguró su primera base militar en Yibuti, un país del cuerno de África donde ha invertido más de 12 billones de euros en 10 años. Una base estratégica en el Golfo de Adén, a la entrada del Mar Rojo, donde circulan los grandes tanques petroleros y que se sitúa no lejos de Etiopía, país donde las inversiones chinas evidencian constante crecimiento desde el año 2000. De hecho, China construyó la línea ferroviaria entre Yibuti y Etiopía, unos 756 kilómetros de longitud que servirán para desenclavar a Etiopía —una economía que con un crecimiento de 8,3% presentó el crecimiento más rápido del mundo en 2017—. China está cambiando la imagen de este país que se ha caracterizado por las frecuentes hambrunas ocasionadas por las sequías usuales, a pesar de ser uno de los países que dan nacimiento al Nilo[15].
No hay que olvidar que China está financiando en Etiopía diferentes proyectos industriales y un nuevo parque industrial en la ciudad de Adama que costará unos 300 millones de dólares, de los cuales China aportará un 85% del préstamo con un interés bonificado por el Gobierno chino. Etiopía aportará el resto, es decir, el 15% del coste total. El parque industrial será construido sobre una superficie de 100 hectáreas y se espera la generación de 25.000 empleos una vez que el proyecto esté finalizado y en pleno funcionamiento. En el sector industrial, China financió la creación de una docena de parques industriales de diferentes tipos y vocaciones en 15 países africanos, a saber: Marruecos, Argelia, Egipto, Senegal, Nigeria, Sudáfrica y otros países de África del este y austral. Todo esto evidencia o demuestra que China se está moviendo de los sectores primarios (minas, agricultura y pesca) hacia el sector industrial que ofrece más oportunidades de empleo para la mano de obra africana.
En términos de gasto militar para el armamento en África, según las cifras del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), las ventas de armas chinas a países africanos aumentaron un 55% desde 2013[16]. Véase Chad que ha firmado cuatro contratos de armamento con Pekín, entre 2007 y 2013, por un monto de 61 millones de dólares (USD). Más de veinte países africanos compran armas a China, además de la capacitación y de la formación para su utilización.
En la segunda y última parte de este ensayo se presentará una mirada a la estrategia de China en África, de cara al futuro, así como la ventana de oportunidad que brinda la coyuntura de la crisis sanitaria generada por la covid-19 y que podría facilitar que China afiance su posición en África. No obstante, es deseable que Pekín reformule algunos de sus criterios en la forma de relacionarse con los Estados africanos.
Notas
[1] Organizaciones de derechos humanos que promueven la democracia, el Estado de derecho y las libertades a nivel global, observan que el carácter autoritario e incluso totalitario del sistema político chino bajo el liderazgo del Partido Comunista afecta el desarrollo del país, su gobernanza y su credibilidad internacional. Aunque China es una de las mayores economías del mundo, también es uno de los países más desiguales y presenta una enorme brecha entre las grandes ciudades y el campo.
[2] De hecho, el diario El País reseñó ampliamente en julio pasado el enfrentamiento entre China y Estados Unidos por la hegemonía global. El medio español dio cuenta de las pugnas de poder entre las dos superpotencias del siglo XXI que avanzan hacia una nueva guerra fría con consecuencias inciertas: “Estados Unidos y China avanzan en una espiral de amenazas, sanciones y acusaciones de espionaje de consecuencias imprevisibles, para ellos mismos y para el resto del mundo. Desde la confrontación en los ámbitos comerciales y tecnológicos hasta la competición armamentística y la lucha por la influencia en los distintos continentes, los dos gigantes protagonizan un pulso por la hegemonía global repleto de peligros y de final incierto”, recogió El País.
[3] “A medida que el ritmo de la reducción de la miseria se ha ralentizado, han aumentado sus costes, tendencia que se ilustra en un nuevo informe de la ONU, junto con datos del Banco Mundial. En 2000, sacar a una persona de ese nivel paupérrimo en China le costó al gobierno central aproximadamente 48 dólares al año (en términos nominales). Para 2010, esta cifra había aumentado más de tres veces, a 150 dólares anuales. Ahora que el Gobierno quiere llegar a las personas más remotas (aquellas sin acceso a carreteras, electricidad o agua limpia) el coste supera los 200 al año”, documentó El País en mayo de 2017.
[4] “Según cifras oficiales, el ingreso promedio del 5% más pobre de los hogares en las ciudades chinas asciende a cerca de 1.128 dólares. Eso equivale a 3,5 veces la línea de pobreza rural de China. Pero, en general, el ingreso promedio en las ciudades es por lo menos cuatro veces mayor que en el campo, lo que sugiere que vivir con ese presupuesto puede ser incluso más difícil que vivir en la línea de pobreza rural. Y eso ni siquiera da cuenta de los muchos trabajadores migrantes que viven fuera del radar en las ciudades y probablemente ganen aún menos que el 5% más pobre […] Estas formas de pobreza pueden ser todavía más difíciles de enfrentar, sobre todo porque China tiene menos experiencia en hacerlo. Dado esto, así como los exitosos esfuerzos del país para reducir la pobreza rural pueden servir de modelo para otros, los éxitos de otros países en el manejo de la pobreza urbana pueden y deben ayudar a guiar las iniciativas de China”, observó Hannah Ryder, expresidenta de políticas y colaboración del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas en China.
[5] “Durante los 20 años del socialismo chino, las posiciones oficiales han oscilado entre el dogmatismo y el realismo maltusiano”. La regla del hijo único fue adoptada en enero de 1979, según reconstruye Isabelle Attané en Critique Internationale (abril de 2005. N° 29. Pp. 49-62).
[6]Al momento de imponer la medida de control sobre la natalidad la esperanza de vida era de 66 años, pero ahora es de 76 y el aumento de la longevidad generará grandes presiones sobre la economía del país durante las próximas décadas. De hecho, esta tendencia implica que las personas mayores tendrán que ser sostenidas por cada vez menos personas en edad laboral. “Según un artículo de Ning Yi publicado en Ifengweekly, había 3,16 jóvenes por cada persona mayor en 2011, pero para 2016 la tasa de dependencia bajó a 2,8. Se espera que para 2050 apenas sea de 1,3 […] Como ocurre en otros países con proyecciones etarias similares, esto tiene enormes implicaciones para la economía, para el pago de las pensiones y para satisfacer las necesidades de cuidado de las personas mayores”, reseñó BBC en 2018.
[7] La migración horizontal se hacía entre ciudades del mismo nivel y se controlaba a través del “Libro de residencia” que fue establecido en 1958. La migración vertical tuvo lugar entre aglomeraciones muy pequeñas, según reconstruye Isabelle Attané en Critique Internationale (abril de 2005. N° 29. Pp. 49-62).
[8] Un tercio de todos los migrantes internacionales proceden de sólo diez países: India lidera con 18 millones de personas, seguidos a una distancia considerable por los 12 millones de mexicanos que viven en el extranjero, junto a 11 millones de chinos y a 10 millones de rusos. Europa y América del Norte son las regiones con un mayor número de receptores de emigrantes, de los cuales su gran mayoría se desplazan entre países situados dentro de la misma región. En los últimos años el número de migrantes internacionales ha crecido más rápidamente que la población mundial. Nótese el aumento de 2,8% en 2000 al 3,5% en 2019. El año pasado se registraron 272 millones de migrantes, una cifra que indica un incremento de 51 millones de personas desde el año 2010. Europa alberga a 82 millones de personas, seguida por América del norte con 59 millones, mientras que África del norte y Asia occidental hospedan a 49 millones. Los datos recopilados por Naciones Unidas demuestran que, pese a que Europa y Norteamérica alojan al mayor número de migrantes, la población que se desplazó al norte de África, al Asia occidental y al África subsahariana creció más rápidamente. Añádase que un 80% de los migrantes internacionales en el África subsahariana, el 83% de Asia oriental y sudoriental, el 73% de América Latina y el Caribe y el 63% de Asia central y meridional proceden de la región en la que residen, según el estudio de población de migrantes internacionales (2019) que corresponde a un conjunto de datos compilado por el Departamento de Asuntos Económicos y sociales de las Naciones Unidas (DESA).
[9] Servant, J.C. Le Monde Diplomatique (febrero de 2019).

[10] El Rey Mohamed VI de Marruecos visitó Tanzania el 24 de octubre de 2016 a raíz de las decenas de visitas efectuadas en el continente africano desde su acceso al trono. Marruecos financia la construcción de un estadio ultramoderno en Dodoma con capacidad para 60.000 plazas y un coste de 100 millones de dólares. Será el más importante del país. Obsérvese que la Oficina Cherifiana de Fosfatos (OCP) coopera en varios países africanos en el marco del programa de la seguridad alimentaria, también haciendo estudios de suelo y recomendando los fertilizantes que produce. Por su parte, la compañía marroquí Managem, trabaja en la explotación minera en muchos países de África del este y del oeste.
[11] La tasa de crecimiento económico en 2018 fue de 6,6% y en 2019 de 6,1%. El PIB per cápita es superior a 10.000 dólares (USD).
[12]La referencia corresponde a una publicación de Le Monde Diplomatique (9 de enero de 2019).
[13] Véase la sección de economía y finanzas de Jeune Afrique (abril 9 de 2018).
[14] Servant, J.C. Le Monde Diplomatique (febrero de 2019).
[15] Etiopía es un país con más de 95 millones de habitantes y conoció un rápido y significativo crecimiento en 2017, continuado en 2018 con 7,7% y en 2019 con 9,2%. Su PIB por habitante fue de 2200 dólares (USD) en 2017. La construcción de la Presa Annahda sobre el Nilo será la más grande de África para la energía eléctrica, según documentó Le Point Afrique (29 de septiembre de 2017).
[16] Véase Panars, M. Le Point Afrique (25 de octubre de 2019).
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