Por Marcelo Ostria Trigo
Con demasiada frecuencia, algunos actores políticos mienten, deforman los hechos y acusan falsamente de inexistentes inconductas, y aún de delitos, a sus adversarios. Esto, por supuesto, con la intención de echar culpas –existentes o no– a sus oponentes y con la subyacente intención de ocultar sus conductas reprobables. Esta práctica es más notoria en los autócratas y tiranos, especialmente en los que, a la vez, pretenden eternizarse en el poder.
Realmente hay varias maneras de mentir con fines políticos. En unos casos son los ofrecimientos, a sabiendas de que son imposibles de cumplir, como aquello de que “En diez o veinte años, estaremos mejor que Suiza”. Y en otros, simplemente, negar hechos.
Ahora, como prueba de que esta conducta no tiene límites, se repiten los embustes de quienes no miden recursos ni medios para ocultar despropósitos, engaños, actos de corrupción, etc., acusando a otros. No solo eso, el populismo que se extendió en varios países de América Latina, contrata artífices en la mentira, dedicados a hacer aparecer los embustes como verdades irrefutables.
En efecto, el diario estadounidense The Washington Post, recientemente publicó una nota en la que John Curiel y Jack Williams, dos ciudadanos de ese país, afirmaron que, “en base a un estudio (…) no hay evidencia estadística» de fraude electoral en las elecciones celebradas en Bolivia el 20 de octubre de 2019, contrastando así el informe de especialistas de la Organización de los Estados Americanos (OEA) que concluyeron en que hubo engaños y, al final, fraude electoral para favorecer al candidato oficial.
Un elemento que pone en duda lo afirmado por los dos estadounidenses es que el fraude en favor del candidato oficial, no fue solo en el acto eleccionario, sino que también se cometió anticipadamente; por ejemplo, con la vigencia del Padrón Electoral contaminado con inscripciones múltiples de ciudadanos adeptos al régimen, y con la inclusión de miles de personas fallecidas, cuyos votos se registraron.
Todo esto muestra el interés de los ahora desplazados del poder en convencer que el cambio de gobierno fue producto de un golpe de Estado, ciertamente inexistente. En realidad, en el afán de negar la ostensible inmoralidad y fraude en las elecciones de octubre, los autores de semejante distorsión fueron contratados por Guillaume Long, ex.canciller del ex-presidente ecuatoriano Rafael Correa, uno de los exponentes del populismo ahora prófugo de la justicia de su país, y parte de la entente cubano-venezolana. Y, cuando no, con el respaldo del kirchnerismo.
Luego, la OEA ha respondido mostrando la verdad. Como dice el refrán popular, “las mentiras tienen patas cortas”.
CPLATAM -Análisis Político en América Latina- ©
Marzo 2020
En redes…
🇧🇴🗳
Vamos a aclarar algunas cosas.
1) no existe un «informe del MIT». Hay un artículo de 2 personas que trabajan en el MIT.
2) no salió publicado en el Washington Post. Se publicó en un blog.
3) el informe fue financiado por el ex canciller de Rafael Correa.
4) no refuta nada. https://t.co/zmGsSgLA2V— Leandro Querido (@leandroquerido) February 29, 2020
Por suerte en Bolivia la información es más precisa. pic.twitter.com/N8eik3fsb8
— Leandro Querido (@leandroquerido) February 29, 2020
Resulta que no era realmente un artículo del Washington Post sino un blog que compró el WP llamado Monkey Cage y en realidad tampoco es un estudio del MIT sino de un par de personas del MIT contratados por CEPR.
— Leandro Querido (@leandroquerido) February 29, 2020
Esta farsa organizada tenía como destino reproducirse en las plataformas comunicacionales satélites de los regímenes autoritarios como teleSUR o RT o HispnTV y terminó en los medios de comunicación de las sociedades abiertas.
Un despropósito. Falta de profesionalismo.— Leandro Querido (@leandroquerido) February 29, 2020
Este es un excelente ejemplo acerca de cómo se construyen mentiras y fake news desde las instituciones académicas y comunicacionales de las sociedades abiertas para lesionar las instituciones democráticas.
El MIT, el WP y Clarin (entre otros) deberían aclarar su posición.— Leandro Querido (@leandroquerido) February 29, 2020
Y quién dirige este estudio de CEPR? El ex canciller de Rafael Correa y amigazo de Evo Morales, Guillaume Long.
Bingo!
¿Queda claro?
Se vienen las elecciones en la SG de la OEA y algunos se ponen inquietos.— Leandro Querido (@leandroquerido) February 29, 2020
El CEPR en los últimos 10 años ha hecho solo dos estudios electorales con el único propósito de pegarle a la OEA, es insólito que alguien los tome en serio. Sobre todo si se tiene en cuenta el lapidario informe de la auditoría de la OEA.
— Leandro Querido (@leandroquerido) February 29, 2020
“en el proceso fraude electoral contra los vocales del TSE, declararon exfuncionarios del Ministerio de Justicia estableciendo que fueron obligados a llenar actas. “https://t.co/GksMzbwQaP
— Gerardo de Icaza (@gerardodeicaza) February 29, 2020
🇧🇴🗳🌎
«Hasta donde se sabía el fraude electoral era un mecanismo político y no estadístico».Aquí una nota periodística de un medio que chequea la información para evitar montarse en una mentira organizada.
👇https://t.co/K2zfRWuKxN— Leandro Querido (@leandroquerido) March 2, 2020
🇧🇴🇻🇪🗳
Antecedentes del CERP, los que han contratado a los dos del MIT.
Siempre financiando «informes». Aquí para beneficio de Maduro. https://t.co/LEBLDDlTAk— Leandro Querido (@leandroquerido) March 2, 2020
Algunos vieron el caso del Watergate, pero resultó ser que era un trabajo «a pedido» de un ex funcionario de Correa para dañar la reelección de Almagro.
Bueno, parece que generó el efecto contrario. https://t.co/bruognMe9j— Leandro Querido (@leandroquerido) February 29, 2020
Deja una respuesta